Ana Esther Ceceña, Investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México -UNAM- y directora del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica, conversó nuevamente con el programa La Brújula Del Sur, conducido por los periodistas Indira Carpio Olivo y Ernesto J. Navarro para la emisora ALBACIUDAD (Caracas, Venezuela, 19 junio 2012)
En la entrevista hizo referencia a la VII Cumbre de Líderes del G20, reunida en Los Cabos, México, el 18-19 de junio de 2012 (anterior a las cuestionadas elecciones generales del 1º de julio en México), a la crisis mundial y al Acuerdo Trans-Pacífico.
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El Acuerdo Trans-Pacífico implica el abrir un mercado de libre comercio, es decir, es una especie de ALCA transpacífico, un acuerdo de libre comercio en el que ya están Perú y Chile, de América Latina, y ahora se va a incorporar México. Entonces, de alguna manera esto jala la dinámica latinoamericana hacia la Región Trans-Pacífica para establecer quizá uno de los mayores mercados del mundo, porque las economías asiáticas que están implicadas en esto son de las más altas productoras en este momento en el mundo. Entonces por ahí genera, digamos una salida hcia las mercancías que puede por un lado descobijar a América Latina, y por otro lado pues obligarla a insertarse hacia ese rumbo, ya que no quiso el ALCA en su momento, bueno pues, ahora desde el área transpacifica podría estar obligada a aceptar un cierto tipo de ALCA nuevamente.
Eso por un lado, pero por otro lado este acuerdo, esta poteciación de la zona transpacífica también nos hace pensar en esta Alianza del Pacífico que se ha querido ir estableciendo en América Latina, como, desde mi punto de vista, como contrapeso a algunos otros acuerdos de integración que se habían avanzado, entre ellos ALBA. Entonces la Alianza del Pacífico ha tendido a agrupar a los países más contrarios al ALBA: Colombia, Chile, Perú, es decir, estos países que de algún modo son el contrapeso de los procesos de transformación que hay en América Latina, y que geográficamente en realidad han construido una especie de corredor, de bloque de contención hacia el avance de estos procesos democratizadores. ...
Documento de los países de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) para la V Cumbre de las Américas
Cumaná, 17 de abril de 2009
Los Jefes de Estado y de Gobierno de Bolivia, Cuba, Dominica, Honduras, Nicaragua y Venezuela, países miembros del ALBA, consideramos que el proyecto de Declaración de la V Cumbre de las Américas es insuficiente e inaceptable por las siguientes razones:
- No da respuestas al tema de la Crisis Económica Global, a pesar de que ésta constituye el más grande desafío al cual la humanidad haya hecho frente en décadas y la más seria amenaza de la época actual para el bienestar de nuestros pueblos.
- Excluye injustificadamente a Cuba, sin hacer mención al consenso general que existe en la región para condenar el bloqueo y los intentos de aislamiento de los cuales su pueblo y su gobierno han sido incesantemente objeto, de manera criminal.
Por tal motivo, los países miembros del Alba consideramos que no hay consenso para adoptar este proyecto de declaración y en función de lo planteado, proponemos sostener un debate a fondo sobre los siguientes temas:
1) El capitalismo está acabando con la humanidad y el planeta. Lo que estamos viviendo es una crisis económica global de carácter sistémico y estructural y no una crisis cíclica más. Están muy equivocados quienes piensan que con una inyección de dinero fiscal y con algunas medidas regulatorias se resolverá esta crisis.
El sistema financiero está en crisis porque cotiza valores en papeles por seis veces el valor real de los bienes y servicios que se producen en el mundo. Esta no es una “falla de la regulación del sistema” sino que es parte constitutiva del sistema capitalista que especula con todos los bienes y valores en pos de obtener la máxima ganancia posible. Hasta ahora, la crisis económica provoca 100 millones más de hambrientos y más de 50 millones de nuevos desempleados y estas cifras tienden a aumentar.
2) El capitalismo ha provocado la crisis ecológica por someter las condiciones necesarias para la vida en el planeta, al predominio del mercado y la ganancia. Cada año se consume un tercio más de lo que el planeta es capaz de regenerar. A este ritmo de derroche del sistema capitalista, vamos a necesitar dos planetas Tierra para el año 2030.
3) La crisis económica global, la del cambio climático, la alimentaria, y la energética son producto de la decadencia del capitalismo que amenaza con acabar con la propia existencia de la vida y el planeta. Para evitar este desenlace es necesario desarrollar un modelo alternativo al sistema capitalista. Un sistema de:
• Solidaridad y complementariedad y no de competencia;
• Un sistema de armonía con nuestra madre tierra y no de saqueo de los recursos naturales;
• Un sistema de diversidad cultural y no de aplastamiento de culturas e imposición de valores culturales y estilos de vida ajenos a las realidades de nuestros países;
• Un sistema de paz basado en la justicia social y no en políticas y guerras imperialistas;
• En síntesis, un sistema que recupere la condición humana de nuestras sociedades y pueblos y no los reduzca a ser simples consumidores o mercancías.
4) Como expresión concreta de la nueva realidad del continente, los países latinoamericanos y caribeños hemos comenzado a construir una institucionalidad propia, que hunde sus raíces en la historia común que se remonta a nuestra Revolución independentista, y constituye una herramienta concreta de profundización de los procesos de transformación social, económica y cultural que habrán de consolidar nuestra plena soberanía. El ALBA-TCP, Petrocaribe o la UNASUR, por solo citar los de más reciente creación, son mecanismos de unión solidaria creados al calor de estas transformaciones, con la intención manifiesta de potenciar el esfuerzo de nuestros Pueblos por alcanzar su propia liberación.
Para enfrentar los graves efectos de la crisis económica global, los países del ALBA-TCP hemos tomado medidas innovadoras y transformadoras, que buscan alternativas reales al deficiente orden económico internacional y no potenciar sus fracasadas instituciones. Así, hemos puesto en marcha un Sistema Único de Compensación Regional, el SUCRE, que incluye una Unidad de Cuenta Común, una Cámara de Compensación de Pagos y un Sistema Único de Reservas.
Igualmente, hemos impulsado la constitución de empresas grannacionales para satisfacer las necesidades fundamentales de nuestros pueblos, estableciendo mecanismos de comercio justo y complementario, que dejen a un lado la absurda lógica de la competencia desenfrenada.
5) Cuestionamos al G20 por triplicar los recursos del Fondo Monetario Internacional, cuando lo realmente necesario es establecer un nuevo orden económico mundial que incluya la transformación total del FMI, del Banco Mundial y de la OMC, que con sus condicionamientos neoliberales han contribuido a esta crisis económica global.
6) Las soluciones a la crisis económica global y la definición de una nueva arquitectura financiera internacional deben ser adoptadas con la participación de los 192 países que entre el 1 y el 3 de Junio nos reuniremos en la Conferencia sobre la crisis financiera internacional de las Naciones Unidas, para proponer la creación de un nuevo orden económico internacional.
7) En cuanto a la crisis del cambio climático, los países desarrollados tienen una deuda ecológica con el mundo ya que son responsables por el 70 % de las emisiones históricas de carbono acumuladas en la atmósfera desde 1750.
Los países desarrollados, deudores con la humanidad y el planeta, deben aportar recursos significativos a un fondo para que los países en vías de desarrollo puedan emprender un modelo de crecimiento que no repita los graves impactos de la industrialización capitalista.
8) Las soluciones a las crisis energética, alimentaria y del cambio climático tienen que ser integrales e interdependientes. No podemos resolver un problema creando otros en áreas fundamentales para la vida. Por ejemplo, generalizar el uso de agrocombustibles solo puede incidir negativamente en los precios de los alimentos y en la utilización de recursos esenciales como el agua, la tierra y los bosques.
9) Condenamos la discriminación de los migrantes en cualquiera de sus formas. La migración es un Derecho Humano, no un delito. Por tanto, demandamos una reforma urgente de las políticas migratorias del gobierno de los Estados Unidos, con el objetivo de detener las deportaciones y redadas masivas, permitir la reunificación de las familias, y reclamamos la eliminación del muro que nos separa y nos divide, en vez de unirnos.
En ese sentido, demandamos la abrogación de la Ley de Ajuste Cubano y la eliminación de la política de Pies Secos – Pies Mojados, de carácter discriminatorio y selectivo, y causantes de pérdidas de vidas humanas.
Los verdaderos culpables de la crisis financiera son los banqueros que se robaron el dinero y los recursos de nuestros países y no los trabajadores migrantes. Primero están los derechos humanos, y en particular los derechos humanos del sector más desprotegido y marginado de nuestra sociedad que son los migrantes sin papeles.
Para que haya integración tiene que haber libre circulación de las personas, y derechos humanos por igual para todos sin importar su estatus migratorio. El robo de cerebros constituye una forma de saqueo de recursos humanos calificados ejercido por los países ricos.
10) Los servicios básicos de educación, salud, agua, energía y telecomunicaciones tienen que ser declarados derechos humanos y no pueden ser objeto de negocio privado ni ser mercantilizados por la Organización Mundial del Comercio. Estos servicios son y deben ser esencialmente servicios públicos de acceso universal.
11) Queremos un mundo donde todos los países, grandes y pequeños, tengamos los mismos derechos y donde no existan imperios. Abogamos por la no intervención. Fortalecer, como único canal legítimo para la discusión y análisis de las agendas bilaterales y multilaterales del Continente, la base del respeto mutuo entre los Estados y los gobiernos, bajo el principio de la no injerencia de un Estado sobre otro y la inviolabilidad de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos.
Demandamos al nuevo gobierno de los Estados Unidos, cuya llegada ha generado algunas expectativas en la región y en el mundo, que ponga fin a la larga y nefasta tradición de intervencionismo y agresión que ha caracterizado el accionar de los gobiernos de ese país a lo largo de la historia, especialmente recrudecido durante el gobierno de George W. Bush.
De la misma manera, que elimine prácticas intervencionistas como las operaciones encubiertas, diplomacias paralelas, guerras mediáticas para desestabilizar Estados y gobiernos, y el financiamiento a grupos desestabilizadores. Es fundamental construir un mundo donde se reconozca y respete la diversidad de enfoques económicos, políticos, sociales y culturales.
12) Respecto al bloqueo de Estados Unidos contra Cuba y la exclusión de este país de la Cumbre de las Américas, los países de la Alternativa Boliviariana para los Pueblos de Nuestra América reiteramos la Declaración que todos los países de América Latina y el Caribe adoptaron el pasado 16 de diciembre del 2008 sobre la necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el gobierno de los Estados Unidos de América a Cuba, incluida la aplicación de la llamada ley Helms-Burton y que entre sus párrafos fundamentales señala:
“CONSIDERANDO las resoluciones aprobadas por la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la Necesidad de poner fin al Bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos contra Cuba, y las expresiones que sobre el mismo se han aprobado en numerosas reuniones internacionales,
“AFIRMAMOS que en la defensa del libre intercambio y de la práctica transparente del comercio internacional, resulta inaceptable la aplicación de medidas coercitivas unilaterales que afectan el bienestar de los pueblos y obstruyen los procesos de integración.
“RECHAZAMOS de la forma más enérgica la aplicación de leyes y medidas contrarias al Derecho Internacional como la Ley Helms-Burton y exhortamos al Gobierno de los Estados Unidos de América a que ponga fin a su aplicación.
“PEDIMOS al gobierno de Estados Unidos de América que cumpla con lo dispuesto en 17 resoluciones sucesivas aprobadas en la Asamblea General de las Naciones Unidas y ponga fin al bloqueo económico comercial y financiero que mantiene contra Cuba.”
Adicionalmente consideramos que han fracasado los intentos de imponer el aislamiento de Cuba, que hoy es parte integrante de la región de América Latina y el Caribe, miembro del Grupo de Río y de otras organizaciones y mecanismos regionales, que desarrolla una política de cooperación y solidaridad con los países de la región, que promueve la plena integración de los pueblos latinoamericanos y caribeños y, por tanto, que no existe razón alguna que justifique su exclusión del mecanismo de las Cumbres de las Américas.
13) Los países desarrollados han destinado no menos de 8 milllones de millones de dólares para rescatar la estructura financiera que se ha desplomado. Son los mismos que no cumplen con destinar pequeñas cifras para alcanzar las Metas del Milenio o el 0,7% del PIB para la Ayuda Oficial al Desarrollo. Nunca antes se había visto tan al desnudo la hipocresía del discurso de los países ricos. La cooperación debe establecerse sin condiciones y ajustarse a las agendas de los países receptores simplificando los trámites, haciendo accesibles los recursos y privilegiando los temas de inclusión social.
14) La legítima lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, y cualquier otra manifestación de las llamadas “nuevas amenazas” no deben ser utilizadas como excusa para llevar a cabo actividades de injerencia e intervención en contra de nuestros países.
15) Estamos firmemente convencidos de que el cambio, en el que todo el mundo tiene esperanza, solo puede venir de la organización, movilización y unidad de nuestros pueblos.
Como bien afirmara El Libertador:
“La unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino”
Simón Bolívar.
Meses atrás la formidable maquinaria propagandística del imperio alimentaba la ilusión de que la reunión del G-20 en Londres le daría la estocada final a la crisis. Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha comenzaron a oírse voces discordantes. Nicolas Sarkozy y Angela Merkel lanzaron baldes de agua fría sobre el inminente cónclave y el anfitrión, el “progresista” británico Gordon Brown, aconsejó bajar las expectativas al paso que un número creciente de economistas críticos e historiadores advertían sobre lo fútil de la tentativa. Pese a ello los ilusionistas y malabaristas del sistema no dejaron de ensalzar la reunión de Londres y tratar de que las tibias medidas que allí se adoptasen fuesen interpretadas por el público como propuestas sensatas y efectivas para resolver la crisis.
Como era de esperar, poco y nada concreto salió de la reunión. Y esto por varias razones. Primero, porque lo que con arrogancia e ignorancia inauditas algunos caracterizaron como Bretton Woods II ni siquiera se planteó la pregunta fundamental: ¿reformar para qué, con qué objeto? Al soslayarse el tema por omisión quedó establecido que el objetivo de las reformas no sería otro que el de volver a la situación anterior a la crisis. Esto supone que lo que la causó no fueron las contradicciones inherentes al sistema capitalista sino aquella “exuberante irracionalidad de los mercados” de la que se lamentaba Alan Greenspan, sin percatarse que el capitalismo es por naturaleza exuberantemente irracional y que esto no se debe a un defecto psicológico de los agentes económicos sino que tiene sus fundamentos en la esencia misma del modo de producción. Segundo: dado lo anterior no sorprende comprobar que el G-20 haya decidido fortalecer el papel del FMI para liderar los esfuerzos de la recuperación, siendo el principal autor intelectual de la crisis actual.
El FMI ha sido, y continúa siendo, el principal vehículo ideológico y político para la imposición del neoliberalismo a escala planetaria. Es una tecnocracia perversa e inmoral que percibe honorarios exorbitantes (¡exentos del pago de impuestos!) y cuya pobreza intelectual la resumió muy bien Joseph Stiglitz cuando dijo que el FMI está poblado por “economistas de tercera formados en universidades de primera.” ¿Y de la mano de estos aprendices de brujos se piensa salir de la crisis más grave del sistema capitalista en toda su historia?
No hay en esto un ápice de exageración: esta crisis es la manifestación externa de varias otras que irrumpen por primera vez: crisis energética, medioambiental, hídrica. Nada de esto había en la depresión de 1873-1896 o en la Gran Depresión de los años treinta. En su entrelazamiento estas crisis plantean un desafío de inéditas proporciones, frente al cual las recetas del FMI no harán sino profundizar los problemas hasta extremos insospechados. Tercero: dada esta situación el tema es demasiado grave para dejarlo en manos del G-20 y sus “expertos”. Por eso el presidente de la Asamblea General de la ONU, Miguel D’Escoto, dijo que lo que se necesitaba no era un G-20 sino un G-192, una cumbre de todos los países, y la convocó para Junio de este año. El G-20 trata de cooptar a varios países del Sur con la esperanza de robustecer el consenso para una estrategia gatopardista de “salida capitalista a la crisis del capitalismo”: cambiar algo para que nada cambie. Pero no hay posibilidad alguna de capear este temporal apelando a las recetas del FMI, y los países invitados a Londres, entre ellos la Argentina, lo mejor que podrían hacer es denunciar con serenidad pero con firmeza la inanidad de las medidas allí adoptadas y que dentro del capitalismo no habrá solución para nuestros pueblos ni para las amenazas que se ciernen sobre todas las formas de vida del planeta Tierra.
Tengo un catalejo allí la luna se ve, marte se hasta Plutón se ve pero el meñique del pie no se me ve Buena Fe, Catalejo
Respuestas de América Latina a la crisis mundial
Panorama en las vísperas
por Luis Bilbao
Opciones: todos los profundos cambios de orientación geopolítica verificados en América Latina en lo que va del siglo XXI estarán en juego en los próximos meses. Con el sistema financiero internacional desintegrado, las grandes potencias se aprestan a recomponerlo con cambios apenas cosméticos. Un “nuevo Bretton Woods”, lo llaman, para no dejar lugar a dudas.
El principal objetivo de Washington es impedir que China, Rusia e Irán, cada una con su área de influencia, así como América Latina y el Caribe, constituyan subsistemas autónomos, por fuera de la hegemonía y el control estadounidense.
Suramérica participará próximamente en dos reuniones clave en las que se librará esa batalla: el G-20 en Londres el 2 de abril y la Cumbre de las Américas en Puerto España dos semanas después. Sólo Brasil y Argentina estarán presentes en el primer encuentro, definitivo para el rediseño global. En las páginas siguientes quedan reflejadas la situación y las políticas aplicadas hasta ahora en ocho países de la región.
La disciplina rebautizada Economía durante el siglo XX se ha revelado en los últimos meses como la más formidable estafa en la historia de las ideas. Cuando en los albores del pensamiento en la antigua Grecia los teóricos de entonces imaginaron la Tierra como un plano apoyado sobre elefantes, daban prueba de mayor rigor y honestidad intelectual que los economistas de hoy al servicio del capital. Día tras día, los cuadros formados en esa materia en las más renombradas universidades del primer mundo se muestran perplejos y admiten su incapacidad para definir la naturaleza y los alcances del cataclismo económico universal.
Pero si los economistas están a la espera de los acontecimientos para formarse opinión, los políticos no: aun sin saber exactamente qué tienen bajo los pies, han delineado y aplican sistemáticamente un plan en función de los intereses de los núcleos mayores de concentración de riqueza en el mundo.
Ese desdoblamiento entre economistas y políticos expresa el desgarramiento del saber formalizado por Adam Smith en el siglo XVIII, denominado entonces Economía Política. Una ciencia es un medio para descubrir la verdad en el área que investiga. Por eso, ya a mediados del siglo XIX los defensores del sistema capitalista debían apresurar un viraje que neutralizara la Economía Política para convertirla, quitándole el apellido, en un instrumento para encubrir la verdad y defender por los medios que fuere la sociedad de la explotación, la injusticia y la destrucción de valores humanos y materiales.
Tomando en cuenta estos antecedentes se comprende mejor el significado del encuentro del G-20 el 2 de abril próximo en Londres y la Vª Cumbre de las Américas desde el 17 al 19 del mismo mes en Puerto España, Trinidad y Tobago. Sin respuestas de los economistas, los representantes políticos del gran capital internacional no han logrado detener la caída en tirabuzón, no pueden determinar con precisión la etiología y la dinámica de la crisis ni tienen aún diagnóstico y pronóstico seguros. Pero entienden lo que para ellos es fundamental y, trazados los lineamientos estratégicos, están llevándolos a la práctica.
Desde su perspectiva, afrontar el colapso mundial requiere ante todo obturar cualquier respuesta por fuera del sistema capitalista. E impedir incluso que las economías menores busquen formas de autonomía relativa, evitando que de los escombros del sistema financiero internacional surjan mecanismos regionales no sujetos al centro imperial. Por eso el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz (y otras luminarias de ocasión, algunas con ropajes progresistas), claman por la necesidad de “un nuevo Bretton Woods”, es decir, la reparación, con algún cambio cosmético, del mecanismo planetario bajo hegemonía y control de los centros imperialistas de la economía mundial. Paralelamente, los estrategas de Washington y Bruselas tienen clara la necesidad de impedir la aparición de un centro político en condiciones de polarizar la voluntad de cientos de millones de seres humanos amenazados por el terremoto social, registrado incluso por los sismógrafos menos sensibles.
Una vez obtenidas esas precondiciones, claro, entonces sí serán útiles los economistas. Las técnicas y nociones impartidas en las altas casas de estudio servirán para cuantificar y proyectar el costo que la humanidad deberá pagar para rescatar al capitalismo. Piénsese sólo que desde octubre a la fecha el colapso bursátil ha volatilizado una riqueza equivalente al PBI anual sumado de Estados Unidos y la Unión Europea, para medir cuántas horas de trabajo, cuántas esperanzas, cuánto sufrimiento humano se esfumó en esta primera fase de la crisis capitalista. A partir de allí se podrá intuir cuánto falta por venir y qué costos humanos requiere el salvataje del sistema.
A mediados de febrero Dominique Strauss Kahn, titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), admitió que “hay una posibilidad real de que en las próximas semanas o meses algunos países, particularmente los emergentes, necesiten algún tipo de ayuda” y auguró “una segunda vuelta” de la crisis financiera. No estaba pronosticando: innumerables Bancos, encabezados por el Citi y el Bank of América, respectivamente el más grande del mundo y de Estados Unidos, ambos quebrados, aguardan la decisión que enviará a muchos al abismo y salvará unos pocos nacionalizándolos. Paralelamente, después de que Islandia e Irlanda, los modelos súper exitosos de los últimos tiempos, debieran ser rescatados de una caída en barrena, los índices económicos de España, Grecia y Portugal anunciaban que la onda expansiva no se detuvo. Peor aún, comenzó a revelarse otra de las más extraordinarias mentiras de la historia: la supuesta afirmación de los países integrantes del ex Pacto de Varsovia como prósperas economías capitalistas. La otra cara de aquel momento de euforia muestra la caída en dominó de Ucrania, Rumania, Hungría, Croacia, Serbia, Lituania, Letonia y Estonia, a cuyo rescate deben correr las autoridades de la Unión Europea, dado que incluso eludiendo lo obvio: que detrás de esos países se agiganta el peligro de un desplome de la economía rusa, los efectos de esta crisis en cadena sencillamente devastarían al viejo continente. “Hace 20 años que Europa se unió. ¡Qué tragedia sería dejarla dividirse nuevamente!”, reflexionó el presidente del Banco Mundial Robert Zoellick, un estadounidense muy conocido por sus trapisondas en América Latina. Sí: qué tragedia… Las novelas de Erich María Remarque en las que el célebre autor alemán pintó el sufrimiento de cientos de miles de personas (buena parte de ellas de origen judío) lanzadas a la nada entre la primera y la segunda guerras mundiales, vagando constantemente de Este a Oeste y viceversa, sin documentos, sin poder afincarse en ningún país, con toda la inmensa desdicha que describen, apenas si permiten intuir la pesadilla de millones de habitantes del Este y Centro europeos arrojados a la emigración por el colapso de sus economías, intentando cruzar las fronteras para hallar un mendrugo en el Oeste.
El diagnóstico negativo no se limita a los países más pobres de Europa, convencidos en los últimos años de que habían llegado al cielo capitalista. Véase la descripción insospechable del decano de la prensa económica conservadora en el mundo, The Economist, en su edición del 19 de febrero: “En Alemania las órdenes de máquinas y herramientas en diciembre último estuvieron un 40% por debajo del año anterior. En China quebró la mitad de las nueve mil fábricas para la exportación de juguetes. Los embarques en Taiwán de computadoras notebooks cayeron un tercio en enero. El número de autos ensamblados en Estados Unidos estuvo un 60% por debajo de enero de 2008. La producción industrial cayó en los últimos tres meses en 3,6% y 4,4% respectivamente en Estados Unidos y Gran Bretaña (equivalente a una caída anual del 13,8% y 16,4%) (…) Pero el colapso es mucho peor en países más dependientes de exportaciones manufactureras (…) La producción industrial alemana cayó el 6,8% en el último trimestre de 2008; la de Taiwan 21,7%; Japón 12% (…) La industria está colapsando en Europa del Este, así como en Brasil, Malasia y Turquía. Miles de fábricas están siendo abandonadas en el Sur de China. Sus trabajadores fueron a sus domicilios de origen para celebrar el nuevo año en enero. Millones no volvieron nunca”.
Nada mejor se vislumbra en Estados Unidos. “La economía perdió 3,6 millones de puestos de trabajo desde que la recesión comenzó en diciembre de 2007 –afirma The Wall Street Journal el 7 de febrero– la mitad de los cuales se perdió en los últimos tres meses. En enero la suma fue de 598 mil”. Esto ocurrió pese a la inyección de sumas imposibles de concebir, a las que se sumó en febrero el “paquete de estímulos” de 787 mil millones de dólares exigido por Barack Hussein Obama al Congreso y durante cuyo tratamiento quedó a las claras la fractura de la burguesía imperialista al debatir la repuesta a la crisis. Este último salvavidas será insuficiente, según todas las estimaciones, no obstante lo cual, combinado con una baja de impuestos apuntada a aumentar el consumo, llevará a cifras descontroladas el déficit fiscal del presupuesto proyectado para 2010, muy por sobre los 1,75 millones de millones de 2009. Se acelera así la vaporización de todo respaldo real para el dólar, en el mismo momento en que el euro amenaza con desaparecer devorado por las crecientes fracturas en la Unión Europea.
Mientras tanto, la nacionalización de bancos llevó al semanario Newsweek a condenar desde la portada lo que entiende como la marcha de Estados Unidos al socialismo. Sólo que en los países imperialistas el “fortalecimiento del Estado” no supone un paso progresista sino, todo lo contrario, un peligroso deslizamiento en dirección al fascismo.
Es en este marco que se realizará la Cumbre de las Américas. El borrador de la declaración final, ya puesto a consideración de los 34 jefes de Estado (todos menos Cuba, vetada por Washington de estos encuentros), tiene un título curioso: “Asegurar el futuro de nuestros ciudadanos promoviendo la prosperidad humana, la energía y la sustentabilidad ambiental”. Cuando los burócratas de la OEA lo redactaron no estaban advertidos de que semejante encabezamiento sonaría a sarcasmo cruel. Luego no tuvieron la perspicacia para cambiarlo. Todo el empeño estuvo centrado en realizarlo en un lugar donde no fuera posible hacer algo semejante a lo ocurrido en la edición anterior, en Mar del Plata, cuando Hugo Chávez presidió un acto de masas con el carácter de contracumbre, donde anunció que a pocos metros había sido muerto y sepultado el Alca.
El anteproyecto recorre todos los lugares comunes reiterados ritualmente en cada encuentro cimero. Y tiene el mismo nulo valor de los anteriores. Al margen de la declaración, la gran pregunta es cómo actuará Unasur en ese escenario: ¿se alineará con la perspectiva estratégica propuesta por el Alba o condonará las resoluciones que dos semanas antes habrá tomado el G-20 en Londres?
Allí cobra todo su negativo significado el hecho de que a la capital británica acudan Brasil y Argentina. Su incorporación, en aparente igualdad de condiciones, al cónclave donde los grandes resolverán la estrategia frente al colapso mundial del capitalismo, se explica precisamente por la necesidad de evitar que América Latina resuelva su propia respuesta.
En el encuentro realizado en Washington en noviembre pasado no se oyó una propuesta de Brasilia y Buenos Aires. Si acaso emitieron un sonido, no traspasó los muros del recinto donde sesionaron. Ni se oyó luego, cuando los mandatarios regresaron a sus países. Al correr la última semana de febrero no hay un solo signo de que las dos economías mayores de Suramérica enarbolen un programa común. Unasur no ha sido llamada a reunión a tal efecto. Por el contrario, Brasil recibió en los últimos meses ayuda del FMI para sortear la amenaza de quiebra en cadena de sus principales Bancos; en Buenos Aires, que dos años atrás pagó al contado la totalidad de la deuda con este organismo, con el argumento de que así se liberaría del yugo, hay voces oficiales que adelantan la necesidad de seguir el mismo camino de Brasil.
Un hecho presumiblemente casual pone una nota aguda para la participación argentina en esa reunión: el 2 de abril es el aniversario del malhadado intento de recuperar las islas Malvinas, en 1982, culminado como se sabe con una ignominiosa derrota. La gesta y su saldo de tantos jóvenes muertos pesa de manera silenciosa en la sociedad argentina. Numerosas organizaciones políticas y sociales han iniciado un movimiento que pretende representar esos sentimientos y lograr que la presidente Cristina Fernández no concurra a Londres.
El encuadramiento de Brasil y Argentina en el programa de las grandes potencias frente a la crisis significaría un revés para el proceso de convergencia suramericana, pero sobre todo el ingreso a un callejón sin salida para ambos países. La interpretación según la cual con el cambio de presidente y la aplicación de un plan keynesiano Estados Unidos gira hasta colocarse en el mismo rumbo de marcha de gobiernos del Sur considerados progresistas, es un error de inabarcables proporciones. No sólo porque asimila de manera superficial al teórico imperialista.
También y sobre todo porque desconoce dos diferencias cruciales: el cuadro de situación incomparable al que le dio respuesta y la distancia entre una economía dominante y otras subordinadas.
La opción consiste, ni más ni menos, en servir como fuente de recursos para la contraofensiva económica del Norte o en la utilización de esos recursos para una estrategia propia, común a toda la región, de complementariedad, solidaridad y respaldo mutuo. Ya llega la devastadora onda expansiva del estallido de las economías capitalistas centrales. América Latina y el Caribe están en las vísperas de una batalla histórica.
Nosotros tratamos de proteger los intereses de los trabajadores americanos así como tratamos de asegurar el crecimiento de la economía americana. No creo que eso sea proteccionismo, pienso que cada país hará la misma cosa. Nancy Pelosi
Falta más de un mes. Pero ya comienzan a perfilarse las expectativas y la preocupación por la reunión que, en Londres el 2 y 3 de abril, mantendrán los países miembros del G20 entre los que está, desde su creación hace 10 años cuando la crisis de 1999, la Argentina.
Expectativas y preocupaciones que inquietan, primero, porque todos los pronósticos acerca de la economía mundial superan, en dimensión negativa, la secuencia de medidas de relanzamiento de cada uno los gobiernos. ¿Pueden funcionar medidas individuales?
Segundo, expectativas y preocupaciones, porque queda por recorrer, ¿será posible?, el camino de la cooperación. La cooperación es un mecanismo de resultados superiores a la competencia, demostró John Forbes Nash. Pero sujeto a la perfecta homogeneidad de quienes cooperan. ¿Segundo mejor para esta condición? Imagino una dimensión moral: los más sólidos renuncian a lo razonable y protegen a los más débiles aún en lo que, la lógica dominante, considera irrazonable.¿La negociación se convierte en dación?.
Tercero, expectativas y preocupaciones, porque los más lúcidos, entre los líderes mundiales, están convencidos que lo que pasó hasta ahora y lo que está pasando, es algo más que una cadena de estafas propias del código penal (Bernie Madoff). No. Mucho más.
¿Qué? Que la muralla protectora de reglas, objetivos e instrumentos de la próspera economía occidental posterior a Bretton Woods fue derribada de a poco, hace 35 años, desde la primera crisis del petróleo. Desde la caída del Muro de Berlín, lo multinacional (finanzas, empresas, mercados) generó un mundo frágil, que ha generado crisis tras crisis hasta llegar ahora a herir de gravedad el núcleo de la inteligencia del sistema. Los Estados nacionales son ahora uno más entre otros actores de mega dimensión. Pero el Estado es el único responsable de la terapia intensiva en la que los que buscan ayuda son justamente aquellos actores (emporios multinacionales) a los que, paradójicamente, si no se los ayuda todo el sistema se desmoronará. Las consecuencias de la indignación moral pueden ser más perversas que lo que las cosas que nos indignan. Señaló Slavov Zizek, que ante esta suerte de chantaje, lo productivo no es reaccionar provocando mayor perversidad, si no reflexionar acerca de la organización y forma de sociedad que produce estas “perversidades”: no castigar al culpable para no dañar a los inocentes. Reflexionar para rediseñar las condiciones del mundo. Lo primero sí, pero ¿lo segundo en los pasillos G20?
Resumen, dejando mucho en el tintero, de la ansiedad por la salida de crisis y un horizonte de recuperación, largo y consistente.
No son estas cuestiones posibles de ser abordadas en un coloquio dominado por “hombres prácticos”, de la política y la economía, que son parte de la cuadrilla que construyó el mundo de la crisis sucesivas y que están convencidos de que los planos de aquella construcción son maravillosos y que en todo caso, después de este tsunami, sólo hace falta reparar y regular algunas ventanas. Un problema cultural y de generaciones.
El G20 seguirá lo que declaró en Washington y reafirmará las recomendaciones de estos días del G7. Cada día que pasa, más países se estancan o tornan recesivos y los pronósticos se corrigen hacia abajo. No importa. Uno de los miembros cree que “los planes de relanzamiento empeoraran la crisis mundial y no la resolverán” y “aquello que puede ser políticamente correcto puede ser económicamente incorrecto” . Robert Zoellick, Presidente del Banco Mundial.
Nadie está pensando en un “nuevo orden mundial”, cambio de reglas de juego predominantes. Todo es más modesto.
La reunión de Londres se abocará a las tareas de los grupos de trabajo formados en noviembre 2008: reforma del FMI, del Banco Mundial y de las regulaciones y transparencia de los mercados. Lo más enfático, además de reclamar coordinación de medidas macroeconómicas, defensa del libre comercio y enfrentar al proteccionismo. La línea es llevar a “buen puerto” la Ronda de Doha. La que, como hizo trascender Pascal Lammy, fue paralizada por la negativa de la India a acceder a ciertas modalidades de la liberación agrícola.
No hay atisbo de debatir el cambio de reglas en la economía mundial. Ha aumentado la concentración y empeorado la distribución de la riqueza; gigantescas migraciones y peligrosas reacciones xenófobas; dumping social que es la otra cara de la deslocalización de empresas, alfa y omega, de la globalización. ¿Cómo sigue?
La ocupación del G20 no pasará por el rediseño del sistema ni por el modo en que podamos equilibrar el desarrollo de regiones menos favorecidas. G20 reúne potencias industriales desarrolladas, países de distinto grado de desarrollo y todos los emergentes. Estarán a la mesa los grandes exportadores; los de mayor tamaño; los países de las materias primas. Dos tercios de la población del mundo (China e India), el 90 por ciento del Producto Bruto Mundial (Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, Canadá, Japón, el Reino Unido y un representante de la Unión Europea) y el 80 por ciento del comercio (Argentina, Brasil, Corea, Australia, Indonesia, Méjico, Rusia, Sudáfrica, Arabia Saudita, y Turkia). Compartirá una silla el Presidente de España. El G7 ya definió posiciones. Y, por ejemplo, en algunos temas centrales la Argentina debería enfrentar a Brasil. ¿Lo hará?
¿Esta reunión del G20 supone un hito en el corazón de la crisis? No la recordaremos por haberlo instalado. No habrá nada que se asimile a “un antes y después del G20”.
Declaraciones exaltando la necesidad de cooperación y de esfuerzos para superar la crisis; y sobretodo, evitar una gran depresión y el riesgo inflacionario que aparece como consecuencia de las políticas pro activas, fiscales y monetarias, de los países más grandes. Fuertes advertencias sobre los riesgos que entrañará el proteccionismo; y enérgicas convocatorias para llevar a feliz término la Ronda de Doha. Nada nuevo.
Pero la reunión se llevará a cabo con la mirada de los espectadores puesta en la remake de un nuevo orden mundial: un nuevo Bretton Woods.
En algunos protagonistas seguramente existe la vocación de participar en algo fundador. Pero también una carencia de ideas y de debates previos, sobre un orden económico mundial de post crisis.
Toda crisis es asimilable a un proceso de digestión en el que solo una parte de los elementos previos a la crisis puede sobrevivir.
¿Cómo será el mundo post crisis; la economía y los protagonistas posteriores a la crisis?
Si hay cambios no dependerán de las declaraciones del G20. Ni de sus comités acerca de la arquitectura financiera, de la reforma del FMI o del BM. Podrán hacer de todo eso algo mejor. Pero no moverá el amperímetro. La cuestión depende de qué entendamos que cosa será la salida de la crisis; y cuál va a ser el dato, la información, por el cual, una vez llegado, sabremos que ella ha concluido. Y, lo más importante, si el fin de la crisis deja en pie al mismo sistema que dio lugar a la crisis, aunque ocurra una mejora en su arquitectura financiera, sabremos de su pronto retorno. Miedo.
Refresquemos el pasado. Pronosticado el fin de la Segunda Guerra se instaló en Bretton Woods un sistema, complejo y atractivo, de convivencia mundial. En un área, dominada por la URSS, el sistema socialista. En la otra, economías de mercado; y los países en desarrollo.
Para esta segunda región rigieron intervenciones que generaron economías mixtas con tendencia a formar Estados de Bienestar. Se formularon, entre muchas, acuerdos de comercio y financiamiento para crisis, y créditos para el desarrollo en pos de la convergencia del subdesarrollo. La Argentina construyó un sistema de bienestar de canon occidental pero no ingresó formalmente al sistema de Bretton Woods hasta el golpe de estado a la segunda presidencia de Juan Perón.
La coexistencia pacífica entre capitalismo y socialismo dio lugar a la de “convergencia” entre sistemas según el premio Nobel Jean Tinbergen. El deterioro de la coexistencia concluyó junto con el comienzo de la decadencia y desaparición del socialismo en los países del Este.
A partir de la caída del Muro de Berlín, se instaló progresivamente un sistema mundial en el que se universalizaban las reglas de mercado, lo que finalmente consagró el Consenso de Washington; y la economía mundial comenzó a profundizar las reglas de libre comercio y movimiento de capitales, expresados en las modalidades que se preparan para ser convenidas en la Ronda de Doha. El Consenso es hacia adentro lo mismo que Doha es hacia fuera. Sería importante que la bancada oficialista tomara conciencia de ello.
No son asimilables al presente las condiciones de post crisis del 30 y post guerra y emergencia de Estados Unidos como potencia dominante, que dieron materialidad a los acuerdos de Bretton Woods.
Estamos en la crisis, no en post crisis; y nada sabemos de su futuro. No se proyectan dos economías mundo con modelos sociales radicalmente diferentes (modo de acumulación y distribución) lo que si ocurría al tiempo de Bretton Woods.
Solo hay una economía mundial que ronda sobre tres ejes fundamentales. Uno, la relación económica, financiera y comercial de Estados Unidos (líder industrial desarrollado deficitario) y la China (país emergente superávitario). Dos, el proceso de continua ampliación de miembros de la Unión Europea. Tres, la fragmentación multinacional de los procesos productivos y la construcción de redes de conexión que formulan un layout internacional de las plantas de producción globales.
La crisis, proyectada al mundo de la economía real, se manifiesta en la amenaza de resquebrajamiento del modelo de funcionamiento Estados Unidos deficitario, China superavitario; en las consecuencias de la ampliación de la Unión Europea y la crisis, ahora interna, de migraciones; y en los riesgos de desarticulación de la red global empresaria a consecuencia de los procesos de “protección nacional” o proteccionismo.
El G20 se realiza en la crisis y es probable que, cuando estén reunidos, lo peor de la crisis todavía no haya ocurrido. O tal vez recién comiencen a sentirse los efectos benéficos de los programas de rescate.
El primero sería un marco pesimista y el segundo optimista. Las perspectivas del G20 real, son más asimilables a las de una reunión destinada a evitar males aún mayores o a acelerar el rescate, que a una reunión para construir nuevos escenarios de progreso.
Bretton Woods fue la oferta que – para el progreso de los pueblos – se hacia desde el capitalismo renovado social y tecnológicamente, que dejaba detrás el desempleo y la regresión distributiva; y que universalizaba los bienes de mérito para demostrar su superioridad social sobre el socialismo como modelo alternativo en acción.
La crisis desnuda, en muchos países, una matriz fuertemente regresiva en materia de distribución y una retracción creciente en la oferta pública de bienes de mérito.
Los efectos positivos de aquel acuerdo fundador han sido erosionados y que – en alguna medida – la crisis es consecuencia de la erosión el modelo fundador. A pesar de ello no están dadas las condiciones para que se avance en las discusiones fundamentales capaces de dar a luz una estrategia de un nuevo orden internacional.
Lo más probable y peligroso, es que – con críticas al proteccionismo –declaren profundizar el comercio libre y apurar la conclusión de la Ronda de Doha. El peor resultado para la Argentina ya que Brasil, nuestro socio, es adalid de esa postura que, de materializarse, nos habrá de inferir enormes costos en industria y empleo. Esta debe ser la principal preocupación del gobierno. Será tentado de convalidarla a cambio de la reforma del FMI y el BM. Ambas instituciones son irrelevantes, desde el punto de vista estructural, si las comparamos con cualquier avance en la OMC en los términos de los documentos avanzados.
¿Queda claro que la crisis puede ser la gran oportunidad para la reindustrialización de la Argentina y cualquier avance, sobre los actuales documentos, de la OMC infiere un costo a nuestra potencial estructura productiva de consecuencias insoportables?
La crisis empieza a manifestar la necesidad de una larga digestión para procesarla. Surgen dos cuestiones que difícilmente el G20 pueda abordar. Primero, definir un método por el cuál la economía mundial pueda digerir está crisis de la manera más razonable; y segundo, establecer si la salida de la crisis consiste en el retorno al modo de la economía global que la produjo. O si la salida es la construcción de otro modelo de economía global.
La “salida por otro modelo de la economía global” no figura en la Agenda. Y si se trata de “retornar al modo de funcionamiento de la economía que lo produjo” habrá que debatir la reconstrucción, sujeto a más regulaciones, el sistema generador de incremento constante del valor de los activos de modo de preservar los fundamentos de la economía de la deuda; y a la vez mantener la estabilidad de los precios de los bienes y servicios corrientes y el pleno empleo. Eso es retornar al sistema de precios relativos que explotó en la crisis o lo que es lo mismo, reconstruir los mecanismos de distribución y concentración que generaron la crisis. Pero ese modelo ha caído en el más colosal desprestigio moral y será más que difícil esperar, en ese caso, otra cosa que escepticismo. Por ahora las palabras de Nancy Peloso señalan que en el núcleo de la crisis se procura resolver lo propio. ¿Estará mal imitarla?
Ref.1: Caperucita y el Lobo Ref.2: Dudas existenciales --------------------- * Exonomista, profesor en la UBA, formó parte del equipo económico de Josef Ber Gelbard en los primeros años de la década de 1970.