"Copipate" con acotaciones "quinosianas".
G20 No será un antes y un después
por Carlos Leyba *
losocial.com.ar | 02/03/2009
losocial.com.ar | 02/03/2009
Nosotros tratamos de proteger los intereses de los trabajadores americanos así como tratamos de asegurar el crecimiento de la economía americana. No creo que eso sea proteccionismo, pienso que cada país hará la misma cosa.
Nancy Pelosi
Falta más de un mes. Pero ya comienzan a perfilarse las expectativas y la preocupación por la reunión que, en Londres el 2 y 3 de abril, mantendrán los países miembros del G20 entre los que está, desde su creación hace 10 años cuando la crisis de 1999, la Argentina.
Expectativas y preocupaciones que inquietan, primero, porque todos los pronósticos acerca de la economía mundial superan, en dimensión negativa, la secuencia de medidas de relanzamiento de cada uno los gobiernos. ¿Pueden funcionar medidas individuales?
Segundo, expectativas y preocupaciones, porque queda por recorrer, ¿será posible?, el camino de la cooperación. La cooperación es un mecanismo de resultados superiores a la competencia, demostró John Forbes Nash. Pero sujeto a la perfecta homogeneidad de quienes cooperan. ¿Segundo mejor para esta condición? Imagino una dimensión moral: los más sólidos renuncian a lo razonable y protegen a los más débiles aún en lo que, la lógica dominante, considera irrazonable.¿La negociación se convierte en dación?.
Tercero, expectativas y preocupaciones, porque los más lúcidos, entre los líderes mundiales, están convencidos que lo que pasó hasta ahora y lo que está pasando, es algo más que una cadena de estafas propias del código penal (Bernie Madoff). No. Mucho más.
¿Qué? Que la muralla protectora de reglas, objetivos e instrumentos de la próspera economía occidental posterior a Bretton Woods fue derribada de a poco, hace 35 años, desde la primera crisis del petróleo. Desde la caída del Muro de Berlín, lo multinacional (finanzas, empresas, mercados) generó un mundo frágil, que ha generado crisis tras crisis hasta llegar ahora a herir de gravedad el núcleo de la inteligencia del sistema. Los Estados nacionales son ahora uno más entre otros actores de mega dimensión. Pero el Estado es el único responsable de la terapia intensiva en la que los que buscan ayuda son justamente aquellos actores (emporios multinacionales) a los que, paradójicamente, si no se los ayuda todo el sistema se desmoronará. Las consecuencias de la indignación moral pueden ser más perversas que lo que las cosas que nos indignan. Señaló Slavov Zizek, que ante esta suerte de chantaje, lo productivo no es reaccionar provocando mayor perversidad, si no reflexionar acerca de la organización y forma de sociedad que produce estas “perversidades”: no castigar al culpable para no dañar a los inocentes. Reflexionar para rediseñar las condiciones del mundo. Lo primero sí, pero ¿lo segundo en los pasillos G20?
Resumen, dejando mucho en el tintero, de la ansiedad por la salida de crisis y un horizonte de recuperación, largo y consistente.
Segundo, expectativas y preocupaciones, porque queda por recorrer, ¿será posible?, el camino de la cooperación. La cooperación es un mecanismo de resultados superiores a la competencia, demostró John Forbes Nash. Pero sujeto a la perfecta homogeneidad de quienes cooperan. ¿Segundo mejor para esta condición? Imagino una dimensión moral: los más sólidos renuncian a lo razonable y protegen a los más débiles aún en lo que, la lógica dominante, considera irrazonable.¿La negociación se convierte en dación?.
Tercero, expectativas y preocupaciones, porque los más lúcidos, entre los líderes mundiales, están convencidos que lo que pasó hasta ahora y lo que está pasando, es algo más que una cadena de estafas propias del código penal (Bernie Madoff). No. Mucho más.
¿Qué? Que la muralla protectora de reglas, objetivos e instrumentos de la próspera economía occidental posterior a Bretton Woods fue derribada de a poco, hace 35 años, desde la primera crisis del petróleo. Desde la caída del Muro de Berlín, lo multinacional (finanzas, empresas, mercados) generó un mundo frágil, que ha generado crisis tras crisis hasta llegar ahora a herir de gravedad el núcleo de la inteligencia del sistema. Los Estados nacionales son ahora uno más entre otros actores de mega dimensión. Pero el Estado es el único responsable de la terapia intensiva en la que los que buscan ayuda son justamente aquellos actores (emporios multinacionales) a los que, paradójicamente, si no se los ayuda todo el sistema se desmoronará. Las consecuencias de la indignación moral pueden ser más perversas que lo que las cosas que nos indignan. Señaló Slavov Zizek, que ante esta suerte de chantaje, lo productivo no es reaccionar provocando mayor perversidad, si no reflexionar acerca de la organización y forma de sociedad que produce estas “perversidades”: no castigar al culpable para no dañar a los inocentes. Reflexionar para rediseñar las condiciones del mundo. Lo primero sí, pero ¿lo segundo en los pasillos G20?
Resumen, dejando mucho en el tintero, de la ansiedad por la salida de crisis y un horizonte de recuperación, largo y consistente.
No son estas cuestiones posibles de ser abordadas en un coloquio dominado por “hombres prácticos”, de la política y la economía, que son parte de la cuadrilla que construyó el mundo de la crisis sucesivas y que están convencidos de que los planos de aquella construcción son maravillosos y que en todo caso, después de este tsunami, sólo hace falta reparar y regular algunas ventanas. Un problema cultural y de generaciones.
El G20 seguirá lo que declaró en Washington y reafirmará las recomendaciones de estos días del G7. Cada día que pasa, más países se estancan o tornan recesivos y los pronósticos se corrigen hacia abajo. No importa. Uno de los miembros cree que “los planes de relanzamiento empeoraran la crisis mundial y no la resolverán” y “aquello que puede ser políticamente correcto puede ser económicamente incorrecto” . Robert Zoellick, Presidente del Banco Mundial.
Nadie está pensando en un “nuevo orden mundial”, cambio de reglas de juego predominantes. Todo es más modesto.
La reunión de Londres se abocará a las tareas de los grupos de trabajo formados en noviembre 2008: reforma del FMI, del Banco Mundial y de las regulaciones y transparencia de los mercados. Lo más enfático, además de reclamar coordinación de medidas macroeconómicas, defensa del libre comercio y enfrentar al proteccionismo. La línea es llevar a “buen puerto” la Ronda de Doha. La que, como hizo trascender Pascal Lammy, fue paralizada por la negativa de la India a acceder a ciertas modalidades de la liberación agrícola.
No hay atisbo de debatir el cambio de reglas en la economía mundial. Ha aumentado la concentración y empeorado la distribución de la riqueza; gigantescas migraciones y peligrosas reacciones xenófobas; dumping social que es la otra cara de la deslocalización de empresas, alfa y omega, de la globalización. ¿Cómo sigue?
La ocupación del G20 no pasará por el rediseño del sistema ni por el modo en que podamos equilibrar el desarrollo de regiones menos favorecidas. G20 reúne potencias industriales desarrolladas, países de distinto grado de desarrollo y todos los emergentes. Estarán a la mesa los grandes exportadores; los de mayor tamaño; los países de las materias primas. Dos tercios de la población del mundo (China e India), el 90 por ciento del Producto Bruto Mundial (Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, Canadá, Japón, el Reino Unido y un representante de la Unión Europea) y el 80 por ciento del comercio (Argentina, Brasil, Corea, Australia, Indonesia, Méjico, Rusia, Sudáfrica, Arabia Saudita, y Turkia). Compartirá una silla el Presidente de España. El G7 ya definió posiciones. Y, por ejemplo, en algunos temas centrales la Argentina debería enfrentar a Brasil. ¿Lo hará?
¿Esta reunión del G20 supone un hito en el corazón de la crisis?
No la recordaremos por haberlo instalado. No habrá nada que se asimile a “un antes y después del G20”.
Nadie está pensando en un “nuevo orden mundial”, cambio de reglas de juego predominantes. Todo es más modesto.
La reunión de Londres se abocará a las tareas de los grupos de trabajo formados en noviembre 2008: reforma del FMI, del Banco Mundial y de las regulaciones y transparencia de los mercados. Lo más enfático, además de reclamar coordinación de medidas macroeconómicas, defensa del libre comercio y enfrentar al proteccionismo. La línea es llevar a “buen puerto” la Ronda de Doha. La que, como hizo trascender Pascal Lammy, fue paralizada por la negativa de la India a acceder a ciertas modalidades de la liberación agrícola.
No hay atisbo de debatir el cambio de reglas en la economía mundial. Ha aumentado la concentración y empeorado la distribución de la riqueza; gigantescas migraciones y peligrosas reacciones xenófobas; dumping social que es la otra cara de la deslocalización de empresas, alfa y omega, de la globalización. ¿Cómo sigue?
La ocupación del G20 no pasará por el rediseño del sistema ni por el modo en que podamos equilibrar el desarrollo de regiones menos favorecidas. G20 reúne potencias industriales desarrolladas, países de distinto grado de desarrollo y todos los emergentes. Estarán a la mesa los grandes exportadores; los de mayor tamaño; los países de las materias primas. Dos tercios de la población del mundo (China e India), el 90 por ciento del Producto Bruto Mundial (Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, Canadá, Japón, el Reino Unido y un representante de la Unión Europea) y el 80 por ciento del comercio (Argentina, Brasil, Corea, Australia, Indonesia, Méjico, Rusia, Sudáfrica, Arabia Saudita, y Turkia). Compartirá una silla el Presidente de España. El G7 ya definió posiciones. Y, por ejemplo, en algunos temas centrales la Argentina debería enfrentar a Brasil. ¿Lo hará?
¿Esta reunión del G20 supone un hito en el corazón de la crisis?
No la recordaremos por haberlo instalado. No habrá nada que se asimile a “un antes y después del G20”.
Declaraciones exaltando la necesidad de cooperación y de esfuerzos para superar la crisis; y sobretodo, evitar una gran depresión y el riesgo inflacionario que aparece como consecuencia de las políticas pro activas, fiscales y monetarias, de los países más grandes. Fuertes advertencias sobre los riesgos que entrañará el proteccionismo; y enérgicas convocatorias para llevar a feliz término la Ronda de Doha. Nada nuevo.
Pero la reunión se llevará a cabo con la mirada de los espectadores puesta en la remake de un nuevo orden mundial: un nuevo Bretton Woods.
En algunos protagonistas seguramente existe la vocación de participar en algo fundador. Pero también una carencia de ideas y de debates previos, sobre un orden económico mundial de post crisis.
Toda crisis es asimilable a un proceso de digestión en el que solo una parte de los elementos previos a la crisis puede sobrevivir.
¿Cómo será el mundo post crisis; la economía y los protagonistas posteriores a la crisis?
Si hay cambios no dependerán de las declaraciones del G20. Ni de sus comités acerca de la arquitectura financiera, de la reforma del FMI o del BM. Podrán hacer de todo eso algo mejor. Pero no moverá el amperímetro.
La cuestión depende de qué entendamos que cosa será la salida de la crisis; y cuál va a ser el dato, la información, por el cual, una vez llegado, sabremos que ella ha concluido. Y, lo más importante, si el fin de la crisis deja en pie al mismo sistema que dio lugar a la crisis, aunque ocurra una mejora en su arquitectura financiera, sabremos de su pronto retorno. Miedo.
Refresquemos el pasado. Pronosticado el fin de la Segunda Guerra se instaló en Bretton Woods un sistema, complejo y atractivo, de convivencia mundial. En un área, dominada por la URSS, el sistema socialista. En la otra, economías de mercado; y los países en desarrollo.
Para esta segunda región rigieron intervenciones que generaron economías mixtas con tendencia a formar Estados de Bienestar. Se formularon, entre muchas, acuerdos de comercio y financiamiento para crisis, y créditos para el desarrollo en pos de la convergencia del subdesarrollo. La Argentina construyó un sistema de bienestar de canon occidental pero no ingresó formalmente al sistema de Bretton Woods hasta el golpe de estado a la segunda presidencia de Juan Perón.
La coexistencia pacífica entre capitalismo y socialismo dio lugar a la de “convergencia” entre sistemas según el premio Nobel Jean Tinbergen. El deterioro de la coexistencia concluyó junto con el comienzo de la decadencia y desaparición del socialismo en los países del Este.
A partir de la caída del Muro de Berlín, se instaló progresivamente un sistema mundial en el que se universalizaban las reglas de mercado, lo que finalmente consagró el Consenso de Washington; y la economía mundial comenzó a profundizar las reglas de libre comercio y movimiento de capitales, expresados en las modalidades que se preparan para ser convenidas en la Ronda de Doha. El Consenso es hacia adentro lo mismo que Doha es hacia fuera. Sería importante que la bancada oficialista tomara conciencia de ello.
No son asimilables al presente las condiciones de post crisis del 30 y post guerra y emergencia de Estados Unidos como potencia dominante, que dieron materialidad a los acuerdos de Bretton Woods.
Estamos en la crisis, no en post crisis; y nada sabemos de su futuro. No se proyectan dos economías mundo con modelos sociales radicalmente diferentes (modo de acumulación y distribución) lo que si ocurría al tiempo de Bretton Woods.
Solo hay una economía mundial que ronda sobre tres ejes fundamentales. Uno, la relación económica, financiera y comercial de Estados Unidos (líder industrial desarrollado deficitario) y la China (país emergente superávitario). Dos, el proceso de continua ampliación de miembros de la Unión Europea. Tres, la fragmentación multinacional de los procesos productivos y la construcción de redes de conexión que formulan un layout internacional de las plantas de producción globales.
La crisis, proyectada al mundo de la economía real, se manifiesta en la amenaza de resquebrajamiento del modelo de funcionamiento Estados Unidos deficitario, China superavitario; en las consecuencias de la ampliación de la Unión Europea y la crisis, ahora interna, de migraciones; y en los riesgos de desarticulación de la red global empresaria a consecuencia de los procesos de “protección nacional” o proteccionismo.
El G20 se realiza en la crisis y es probable que, cuando estén reunidos, lo peor de la crisis todavía no haya ocurrido. O tal vez recién comiencen a sentirse los efectos benéficos de los programas de rescate.
El primero sería un marco pesimista y el segundo optimista.
Las perspectivas del G20 real, son más asimilables a las de una reunión destinada a evitar males aún mayores o a acelerar el rescate, que a una reunión para construir nuevos escenarios de progreso.
Bretton Woods fue la oferta que – para el progreso de los pueblos – se hacia desde el capitalismo renovado social y tecnológicamente, que dejaba detrás el desempleo y la regresión distributiva; y que universalizaba los bienes de mérito para demostrar su superioridad social sobre el socialismo como modelo alternativo en acción.
La crisis desnuda, en muchos países, una matriz fuertemente regresiva en materia de distribución y una retracción creciente en la oferta pública de bienes de mérito.
Pero la reunión se llevará a cabo con la mirada de los espectadores puesta en la remake de un nuevo orden mundial: un nuevo Bretton Woods.
En algunos protagonistas seguramente existe la vocación de participar en algo fundador. Pero también una carencia de ideas y de debates previos, sobre un orden económico mundial de post crisis.
Toda crisis es asimilable a un proceso de digestión en el que solo una parte de los elementos previos a la crisis puede sobrevivir.
¿Cómo será el mundo post crisis; la economía y los protagonistas posteriores a la crisis?
Si hay cambios no dependerán de las declaraciones del G20. Ni de sus comités acerca de la arquitectura financiera, de la reforma del FMI o del BM. Podrán hacer de todo eso algo mejor. Pero no moverá el amperímetro.
La cuestión depende de qué entendamos que cosa será la salida de la crisis; y cuál va a ser el dato, la información, por el cual, una vez llegado, sabremos que ella ha concluido. Y, lo más importante, si el fin de la crisis deja en pie al mismo sistema que dio lugar a la crisis, aunque ocurra una mejora en su arquitectura financiera, sabremos de su pronto retorno. Miedo.
Refresquemos el pasado. Pronosticado el fin de la Segunda Guerra se instaló en Bretton Woods un sistema, complejo y atractivo, de convivencia mundial. En un área, dominada por la URSS, el sistema socialista. En la otra, economías de mercado; y los países en desarrollo.
Para esta segunda región rigieron intervenciones que generaron economías mixtas con tendencia a formar Estados de Bienestar. Se formularon, entre muchas, acuerdos de comercio y financiamiento para crisis, y créditos para el desarrollo en pos de la convergencia del subdesarrollo. La Argentina construyó un sistema de bienestar de canon occidental pero no ingresó formalmente al sistema de Bretton Woods hasta el golpe de estado a la segunda presidencia de Juan Perón.
La coexistencia pacífica entre capitalismo y socialismo dio lugar a la de “convergencia” entre sistemas según el premio Nobel Jean Tinbergen. El deterioro de la coexistencia concluyó junto con el comienzo de la decadencia y desaparición del socialismo en los países del Este.
A partir de la caída del Muro de Berlín, se instaló progresivamente un sistema mundial en el que se universalizaban las reglas de mercado, lo que finalmente consagró el Consenso de Washington; y la economía mundial comenzó a profundizar las reglas de libre comercio y movimiento de capitales, expresados en las modalidades que se preparan para ser convenidas en la Ronda de Doha. El Consenso es hacia adentro lo mismo que Doha es hacia fuera. Sería importante que la bancada oficialista tomara conciencia de ello.
No son asimilables al presente las condiciones de post crisis del 30 y post guerra y emergencia de Estados Unidos como potencia dominante, que dieron materialidad a los acuerdos de Bretton Woods.
Estamos en la crisis, no en post crisis; y nada sabemos de su futuro. No se proyectan dos economías mundo con modelos sociales radicalmente diferentes (modo de acumulación y distribución) lo que si ocurría al tiempo de Bretton Woods.
Solo hay una economía mundial que ronda sobre tres ejes fundamentales. Uno, la relación económica, financiera y comercial de Estados Unidos (líder industrial desarrollado deficitario) y la China (país emergente superávitario). Dos, el proceso de continua ampliación de miembros de la Unión Europea. Tres, la fragmentación multinacional de los procesos productivos y la construcción de redes de conexión que formulan un layout internacional de las plantas de producción globales.
La crisis, proyectada al mundo de la economía real, se manifiesta en la amenaza de resquebrajamiento del modelo de funcionamiento Estados Unidos deficitario, China superavitario; en las consecuencias de la ampliación de la Unión Europea y la crisis, ahora interna, de migraciones; y en los riesgos de desarticulación de la red global empresaria a consecuencia de los procesos de “protección nacional” o proteccionismo.
El G20 se realiza en la crisis y es probable que, cuando estén reunidos, lo peor de la crisis todavía no haya ocurrido. O tal vez recién comiencen a sentirse los efectos benéficos de los programas de rescate.
El primero sería un marco pesimista y el segundo optimista.
Las perspectivas del G20 real, son más asimilables a las de una reunión destinada a evitar males aún mayores o a acelerar el rescate, que a una reunión para construir nuevos escenarios de progreso.
Bretton Woods fue la oferta que – para el progreso de los pueblos – se hacia desde el capitalismo renovado social y tecnológicamente, que dejaba detrás el desempleo y la regresión distributiva; y que universalizaba los bienes de mérito para demostrar su superioridad social sobre el socialismo como modelo alternativo en acción.
La crisis desnuda, en muchos países, una matriz fuertemente regresiva en materia de distribución y una retracción creciente en la oferta pública de bienes de mérito.
Los efectos positivos de aquel acuerdo fundador han sido erosionados y que – en alguna medida – la crisis es consecuencia de la erosión el modelo fundador. A pesar de ello no están dadas las condiciones para que se avance en las discusiones fundamentales capaces de dar a luz una estrategia de un nuevo orden internacional.
Lo más probable y peligroso, es que – con críticas al proteccionismo –declaren profundizar el comercio libre y apurar la conclusión de la Ronda de Doha. El peor resultado para la Argentina ya que Brasil, nuestro socio, es adalid de esa postura que, de materializarse, nos habrá de inferir enormes costos en industria y empleo. Esta debe ser la principal preocupación del gobierno. Será tentado de convalidarla a cambio de la reforma del FMI y el BM. Ambas instituciones son irrelevantes, desde el punto de vista estructural, si las comparamos con cualquier avance en la OMC en los términos de los documentos avanzados.
¿Queda claro que la crisis puede ser la gran oportunidad para la reindustrialización de la Argentina y cualquier avance, sobre los actuales documentos, de la OMC infiere un costo a nuestra potencial estructura productiva de consecuencias insoportables?
La crisis empieza a manifestar la necesidad de una larga digestión para procesarla. Surgen dos cuestiones que difícilmente el G20 pueda abordar. Primero, definir un método por el cuál la economía mundial pueda digerir está crisis de la manera más razonable; y segundo, establecer si la salida de la crisis consiste en el retorno al modo de la economía global que la produjo. O si la salida es la construcción de otro modelo de economía global.
Lo más probable y peligroso, es que – con críticas al proteccionismo –declaren profundizar el comercio libre y apurar la conclusión de la Ronda de Doha. El peor resultado para la Argentina ya que Brasil, nuestro socio, es adalid de esa postura que, de materializarse, nos habrá de inferir enormes costos en industria y empleo. Esta debe ser la principal preocupación del gobierno. Será tentado de convalidarla a cambio de la reforma del FMI y el BM. Ambas instituciones son irrelevantes, desde el punto de vista estructural, si las comparamos con cualquier avance en la OMC en los términos de los documentos avanzados.
¿Queda claro que la crisis puede ser la gran oportunidad para la reindustrialización de la Argentina y cualquier avance, sobre los actuales documentos, de la OMC infiere un costo a nuestra potencial estructura productiva de consecuencias insoportables?
La crisis empieza a manifestar la necesidad de una larga digestión para procesarla. Surgen dos cuestiones que difícilmente el G20 pueda abordar. Primero, definir un método por el cuál la economía mundial pueda digerir está crisis de la manera más razonable; y segundo, establecer si la salida de la crisis consiste en el retorno al modo de la economía global que la produjo. O si la salida es la construcción de otro modelo de economía global.
La “salida por otro modelo de la economía global” no figura en la Agenda. Y si se trata de “retornar al modo de funcionamiento de la economía que lo produjo” habrá que debatir la reconstrucción, sujeto a más regulaciones, el sistema generador de incremento constante del valor de los activos de modo de preservar los fundamentos de la economía de la deuda; y a la vez mantener la estabilidad de los precios de los bienes y servicios corrientes y el pleno empleo. Eso es retornar al sistema de precios relativos que explotó en la crisis o lo que es lo mismo, reconstruir los mecanismos de distribución y concentración que generaron la crisis. Pero ese modelo ha caído en el más colosal desprestigio moral y será más que difícil esperar, en ese caso, otra cosa que escepticismo. Por ahora las palabras de Nancy Peloso señalan que en el núcleo de la crisis se procura resolver lo propio. ¿Estará mal imitarla?
Ref.1: Caperucita y el Lobo
Ref.2: Dudas existenciales
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* Exonomista, profesor en la UBA, formó parte del equipo económico de Josef Ber Gelbard en los primeros años de la década de 1970.
3 comentarios :
Anahí: este comentario es por lo del programade Jorge Rulli, donde calificas de procesista a Enrique Vazquez, si es el mismo que escribía en la revista Humor y conduce el programa Historias de Vida por canal 7, no creo que merezca ese calificativo. ¿Podrías explayarte mejor en tus razones, para ese calificativo?.Para conocer un poco mas, no mas. Gracias.
Saludos Cordiales.
Hola, Florencio, sí, es el mismo, que durante la dictadura fue Secretario de redacción de la revista SOMOS, también estuvo en CAMBIO y El Caudillo. y lavó la jeta de varios milicos, entre ellos la de Pinochet, en un reportaje titulado "Equilibrio entre autoridad y libertad". También defendió a Bignone, porque según él, gracias a este milico "íbamos a tener" democracia.
Cuando la circuntancia le fue favorable, cmabió de "rostro". Desaparecieron las revistas de los lugares públicos donde puedieran ser accesibles, pero por ej. G. Levinas conservó ejemplares y está mandando carpetas a un montón de gente con el material para qus se sepa.
Te invito a que escuches el reportaje a Rulli aquí arriba, ahí lo explica.
Abrazo.
Florencio, acá te dejo dos imágenes levantadas de Internet:
"El país que cambió" (titular de SOMOS)
Vázquez con Pinochet ("Equilibrio ntre...", también para SOMOS)
Tu comentario es bienvenido