Carta al compañero Pino
Por Mempo Giardinelli *
Estimado Pino: Aunque nunca nos vimos, estuve siempre cerca suyo, por lo menos desde La hora de los hornos. Lo acompañé después, cuando el antimenemismo. Admiré su cine, apoyé su gestión legislativa y hasta hice guardia en la vereda del sanatorio de la calle José Hernández cuando lo balearon cobardemente. Le escribo desde estos humildes pergaminos y desde la simpatía que me produjo su retorno a la política. Y aunque no vivo en Buenos Aires, probablemente hubiese estado entre los que alentaban su acercamiento a Carlos Heller para las elecciones del 28 de junio, que pudieron significar –de haber ido juntos– la sepultura del macrismo.
Estas líneas son para decirle que ahora tiene usted razón en casi todo lo que plantea en la tele: nacionalizar Telecom; garantizar que con los dineros públicos no se hagan negocios privados y muchas otras, casi todas sensatas, anheladas y compartibles. Tiene razón también al fustigar al kirchnerismo en sus desprolijidades, oscuridades y posibles corruptelas. Aunque yo creo que usted exagera cuando los compara con el menemato, porque no son lo mismo. Hay enormes diferencias y le voy a dar sólo tres ejemplos, para no abundar: los K fueron erráticos y desacertados con la propuesta del Tren Bala felizmente congelada (yo escribí en este diario al respecto), pero no fueron los que desmantelaron los ferrocarriles. Los K son esquivos y tienen doble discurso, pero a la Corte Suprema la adecentaron ellos, mientras que Menem instaló y mantuvo allí a una especie de pandilla adicta. Los K llevan adelante una política de Defensa ejemplar, como nadie llevó en este país en democracia. Y tenemos hoy una Ley Nacional de Educación que vino a sustituir la destructora Ley Federal de Menem, Decibe y García Solá.
Son más de tres ejemplos, y dejo de lado una política de derechos humanos como millones de compatriotas, y supongo que usted también, siempre quisimos por lo menos desde 1983. La cual es muchas veces más declarativa que efectiva, desde ya, pero innegablemente permitió avances extraordinarios en el más árido y dificultoso terreno de la recuperación democrática.
Por favor, Pino, no se le ocurra simplificar esto acusándome de kirchnerista, porque no lo soy. Tampoco formo parte de la Carta Abierta de intelectuales, ni tengo amigos en el poder, ni me deben ni debo favores. En 2003 no voté a Kirchner y en 2007 sí voté a Cristina, como lo hicieron millones de argentinos/as que ya veíamos el avance de toro furioso de una derecha conservadora que –lo viene probando– es capaz de decir y hacer absolutamente cualquier cosa.
O sea que le hablo –le escribo– como un simple compatriota, independiente a rabiar, ni sé si de izquierda, que tiene la posibilidad de hacer público su pensamiento. Y que se siente alarmado por lo que considera su ceguera, Pino. La suya y la de algunos de sus respetados compañeros más cercanos.
No se ofenda, que la ceguera no es insulto. Es simplemente la imposibilidad de ver. Y a mí me parece, dicho sea con todo respeto, que usted no ve por lo menos lo siguiente:
1. Que éste es un proyecto superador, aunque tenga puntos cuestionables. Hoy nuestro país tiene la oportunidad de sancionar un régimen nuevo, infinitamente mejor que el horrible mamarracho que es la ley de Videla. Le recuerdo, al respecto, que si usted y los que le responden no votan esta ley, de hecho y aunque quieran diferenciarse, serán responsables de que sigamos regidos por esa ley infame, la 22.285 de la dictadura.
2. Que a millones de compatriotras nos importa un pito la pelea entre Clarín y Néstor K. Pero sí nos importa que esta será una ley antimonopólica. Abre espacios a la participación de sectores marginados (y tiene usted razón en que por esa puerta pasarán las fundaciones de las grandes empresas, pero en la Argentina hay miles de fundaciones serias y honradas, dicho sea advirtiendo que la que yo presido no tiene el menor interés en ser de la partida). Pone límites como nunca los hubo, y aunque es verdad que es oscura la autoridad de aplicación, le recuerdo que hoy ni siquiera hay autoridad, pues lo que hubo hasta ahora fue un Comfer idiota. Protege a la infancia y la niñez. Fomenta el cine argentino y la producción nacional. Y respecto de las telefónicas, el tema parece haber quedado resuelto ayer.
Entonces, ¿cómo oponerse, Pino? ¿No se da cuenta a quién/quiénes va a favorecer el rechazo de esta ley? ¿Cómo van a hacer después sus diputados, una vez diferenciados del Gobierno, para diferenciarse de cívicos y republicanos que están más ciegos que Polifemo y que por desdicha no saben lo que hacen, escupiendo sobre sus historias y sus trayectorias?
¿Cómo es posible que el fanatismo anti K los lleve a coincidir con lo más reaccionario del país, esos sectores que siempre frenan el carro de la Historia? Y no es que los K signifiquen la modernidad –Dios libre y guarde–, pero ésta no es “la ley K” que dicen los cartelitos bajo los que usted habla en los muchos programas a los que ahora lo invitan. Esta ley es de cientos de organizaciones y de miles de personas y comunicadores que venimos luchando y haciendo docencia desde hace muchos años. Sería bueno que eso se respetara; que usted y los diputados que le son leales lo tuvieran en cuenta.
Porque es necesaria esta ley, aun con sus errores, Pino. Por más que usted tenga razón en casi todo lo que cuestiona, hay algo que es seguro: para el pueblo argentino nada va a estar peor con ella, y muchísimas cosas tendrán mejores posibilidades. Pero todo va a ser mucho peor si la rechazan.
Dios o el destino, o el ignoto Ojalá quieran que usted y los suyos no se equivoquen. Porque va a ser un error fiero. De consecuencias peores que cualquiera que usted imagine para este país después de esta ley.
Un saludo atento, respetuoso y cordial.
* Escritor y ensayista.
Fte.: Pagina12 | 15 y 16 sept 09
Por una gran ley
Por Fernando “Pino” Solanas*
Es un hecho trascendente para la democracia argentina que después de varias décadas pueda legislarse una norma en reemplazo de la Ley de Radiodifusión de la dictadura (Nº 22.285) que exprese los anhelos democráticos de los ciudadanos. A los cuatro diputados de Proyecto Sur que asumiremos el 10 de diciembre nos hubiera gustado debatirla entonces, pero fuimos de las primeras voces que defendimos su tratamiento ahora porque postergarla podría ser una nueva trampa para no hacerlo jamás. Quienes desde los años ’90 hemos presentado proyectos de ley, incorporado a la Constitución nacional la cláusula de protección del espacio audiovisual (art. 75 inc. 19) e hicimos nuestros los 21 puntos de la Coalición por una Radiodifusión Democrática, con la misma contundencia con que defendemos los objetivos de la ley, decimos que se puede mejorar aún más. Saludamos la decisión de la Presidenta de excluir a las telefónicas del negocio de la radio y televisión. Corregir errores no es debilidad, sino una señal de sensatez política. Una ley de leyes que debe delinear una política de Estado para que sirva a todos los ciudadanos de cualquier condición o tendencia, gobierne quien gobierne, debe tratarse con los tiempos que exija un amplio y profundo debate: ni fórmulas “express” ni dilatarlo sin motivo: la calidad de la democracia dependerá en buena medida de la futura ley. El nuevo anteproyecto de 150 páginas fue difundido este martes 15 a las 14, ¡con la pretensión de sacar dictamen por la noche y votarlo al día siguiente! Por cierto, escribo estas líneas sin que lo hayamos podido analizar.
Para Proyecto Sur, la propuesta oficial expresa valores y objetivos por los que hemos venido luchando, pero incluye cláusulas que colisionan con ellos. Hemos planteado más de 20 objeciones, en particular a los artículos 10, 25, 40, 80, 110, 152 y otros más. Lo grave es que algunos de ellos –como la pretendida inclusión de las telefónicas– lesionaban los objetivos de evitar concentraciones monopólicas. Frente a nuestra crítica, oíamos resabios de la cultura de la derrota y la resignación: “lo mejor es enemigo de lo bueno”, “o apoyamos la ley así o se cae”, “tiene errores, pero es mejor que la de la dictadura”. Una política víctima del apriete y el chantaje a los que el kirchnerismo es adicto y que ha sido contestada por sectores políticos y sociales que no están dispuestos a dejarse arrastrar por el no se puede. Hubiera sido una gran derrota ceder a la presión de quienes hasta ayer planteaban como inevitable el ingreso de las telefónicas y permitían el desembarco del magnate mexicano Carlos Slim de la mano de Eduardo Eurnekian, para comprar las acciones de Telecom. Buen testimonio del vaciamiento de la conciencia nacional es la falta de una propuesta de reconstrucción de la telefonía nacional, comprando Telecom: en la era de la revolución comunicacional y las autopistas informáticas, es una cuestión estratégica la construcción de un nuevo modelo de empresa telefónica pública en función de objetivos nacionales. Argentina está en condiciones de afrontar el desarrollo de ciencias y tecnologías de avanzada en teleinformática: contamos con organismos de investigación –INTI, Invap, CNEA, Conae, Conicet, las universidades nacionales, la Tecnológica Nacional, entre otros– y con el talento de miles de investigadores y universitarios preparados para afrontar ese desafío.
Una de las contradicciones del proyecto oficial es definir al espacio radioeléctrico sólo como de interés público, cuando es de dominio público. En ese espíritu, las autopistas informáticas y la multiplicación de las frecuencias deben ser del Estado y no pueden existir controversias sobre su propiedad. Los servicios de comunicación realizados mediante el uso del espacio radioeléctrico o por medio de vínculo físico constituyen un servicio público. Otra falencia se refiere a la participación del capital extranjero: si el Gobierno no denuncia los 52 tratados de Reciprocidad de Inversiones Extranjeras, cualquier empresa de esos países radicada en Argentina deberá ser tratada como nacional. La realidad es que, aunque exista reciprocidad, el capital nacional no está en condiciones de invertir en canales y radios americanas, japonesas o europeas. Sin denunciar los 52 tratados continuará el proceso de extranjerización de nuestro espacio audiovisual, como ha sucedido con Telefé y Radio Continental. Otro tema fundamental que debe defenderse es la autonomía de la autoridad de aplicación. En los próximos años se multiplicarán por veinte las frecuencias. Hace décadas que luchamos por un ente regulador y una “Radio, Televisión Argentina” que sean organismos autónomos, de carácter federal, con control parlamentario, capaces de neutralizar los sobornos o las presiones políticas y económicas. Las identidades y creaciones culturales definen y proyectan a las naciones. La cultura es memoria, lengua y gesto; su riqueza está en la diversidad que nace y se desarrolla en diferentes regiones. Las redes televisivas, las emisiones satelitales y la globalización de las comunicaciones uniforman contenidos y lenguajes y los pueblos van perdiendo su historia. Hoy como nunca deben protegerse las cuotas de producción propias, de imágenes, músicas y programas regionales. ¿No es ésta la ocasión de intentar unidos defender con firmeza la esencia democrática de una gran ley que incorpore las propuestas y anhelos por los que venimos luchando?
La ceguera
Aprovecho la ocasión para responder la carta de Mempo Giardinelli, a quien valoro y respeto por su talentosa obra y compromiso. Agradezco que reconozca que Proyecto Sur tiene razón en casi todo lo que dice en la tele. No obstante, Mempo considera una exageración comparar al kirchnerismo con el menemato: sin desconocer los méritos que señala, nadie puede ignorar la continuidad de la disposición a hacer negocios privados con bienes públicos, ni la entrega irresponsable de nuestros recursos naturales en detrimento de recuperar esas rentas extraordinarias para un proyecto nacional socialmente justo. Si se logró quitar del proyecto la inclusión de las telefónicas, no es por mérito de quienes desde el Gobierno o desde fuera callaron sus críticas, sino de aquellos que las hicimos públicas desde el primer momento. La política de la firmeza, coherencia y principios no se debe confundir con la ceguera y termina dando frutos. Esta ceguera que cordialmente se nos atribuye demostró el 28 de junio, en la ciudad de Buenos Aires, que es posible frenar ese “avance de toro furioso de una derecha conservadora”. Lejos de la ceguera, vimos a un pueblo esperando una propuesta que le explicara cómo reconstruir el país. Aprovechando los espacios de difusión para llegar a todas las audiencias y sin bajar nuestras propuestas, planteamos en la agenda política los temas prohibidos y los ejes de un proyecto nacional emancipador. Mal no nos fue: con nuestro 24 por ciento de votos golpeamos los proyectos presidenciales de Macri y Carrió y las pretensiones del kirchnerismo de liderar el espacio progresista de la Capital. No hay peor ciego que el que no quiere ver. ¿No sería necesario impulsar fraternalmente un debate público sobre los temas que planteas? Un saludo afectuoso.
* Diputado nacional electo por Proyecto Sur.