por Luis Britto García
Aporrea, 27.10.13
Según Oswald Spengler los imperios, al igual que los organismos crecen, maduran, decaen, mueren. De acuerdo con Georg Friedrich Hegel, encarnan un momento de la Idea, y cuando ésta los sobrepasa se marchitan. Afirma Edward Gibbons que perecen a manos de la barbarie y la superstición. Según Arnold Toynbee, labran su destrucción al convertirse en ejércitos y vivir del saqueo. Para Lenin, son la fase superior del capitalismo que se expande buscando materia prima, mano de obra barata y mercados. Al decir del Tao Te Chin, todo lo joven y débil crece, todo lo grande y fuerte ha comenzado a morir.
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Define Voltaire a los filibusteros como horda de asesinos y saqueadores, y pregunta: ¿Qué gran imperio en sus comienzos no lo fue? Eran los romanos banda de salteadores de caminos desterrados que tuvieron que robarle las mujeres a los sabinos. Los ibéricos conformaban piquetes de bárbaros que cayeron sobre los cultos musulmanes y hebreos de Hispania y de El Anda Lus, y luego sobre América. Corsarios y piratas perpetraron la suma de rapiñas llamada Imperio Británico. Los Padres Fundadores de América robaron territorio a sangre y fuego a indígenas y mexicanos en nombre del racismo y el esclavismo. Cuando una nación deviene criminal, está en vías de Imperio.
E. Dussel, comentario sobre China.
China 2013, por Samir Amin*
Los debates sobre el presente y el futuro de China (un poder “emergente”) no me acaban de convencer. Algunos sostienen que China ha emprendido, de una vez por todas, el “camino capitalista” y se propone incluso acelerar su integración en la globalización capitalista contemporánea. Satisfechos con dicha conclusión sólo esperan que esta “vuelta a la normalidad” (el capitalismo, el “fin de la historia”) se acompañe del desarrollo de la democracia al estilo occidental (múltiples partidos, elecciones, derechos humanos). Creen (o necesitan creer) en la posibilidad de que China alcance en términos de renta per cápita a las sociedades opulentas de Occidente, aunque sea poco a poco, algo que yo creo imposible. La derecha china secunda este punto de vista. Otros se lamentan por lo mismo en nombre de los valores de un “socialismo traicionado.” Hay quienes repiten las expresiones dominantes de la práctica del “China de bashing” 1 en Occidente. Y otros, (quienes están en el poder en Beijing) describen el camino elegido como “socialismo al estilo chino”, sin precisar más. Sin embargo, se pueden discernir sus características mediante la lectura detallada de los textos oficiales, sobre todo la de los planes quinquenales, que son precisos y aplicados muy en serio.
De hecho la pregunta, “¿Es China capitalista o socialista?” está mal planteada, es demasiado general y abstracta para que cualquier respuesta tenga sentido en términos absolutos. De hecho, China ha venido siguiendo una vía original desde 1950, e incluso desde la Revolución de los Taiping en el siglo XIX. Trataré aquí de aclarar la naturaleza de esta ruta original en cada una de las etapas de su desarrollo, desde 1950 hasta la actualidad -2013.
La cuestión agraria
Mao describió la naturaleza de la revolución llevada a cabo en China por su Partido Comunista como una revolución anti-imperialista/anti-feudal que caminaba hacia el socialismo. Mao nunca supuso que, después de encargarse del imperialismo y el feudalismo, los chinos hubiesen “construido” una sociedad socialista. Siempre caracterizó esta construcción como la primera fase del largo camino hacia el socialismo.
Debo destacar el carácter altamente específico de la respuesta dada a la cuestión agraria por la Revolución China. La tierra (agrícola) distribuida no se privatizó, sino que mantuvo la propiedad de la nación representada por las comunas rurales y se concedió a las familias campesinas su uso. Este no fue el caso de Rusia, donde Lenin, ante el hecho consumado de la insurrección campesina de 1917, reconoció la propiedad privada de los beneficiarios de la distribución de la tierra.
¿Por qué la aplicación del principio de que la tierra agrícola no es un bien comerciable fue posible en China (y Vietnam)? Se repite constantemente que los campesinos de todo el mundo suspiran por la propiedad, sin más. Si ese hubiese sido el caso de China, la decisión de nacionalizar la tierra habría conducido a una interminable guerra con los campesinos, como sucedió cuando Stalin comenzó la colectivización forzosa en la Unión Soviética.
Extracto del libro de Raquel Gutiérrez Aguilar * ¡A Desordenar! Por una historia abierta de la lucha social, Casa Juan Pablos-Centro de Estudios Mesoamericanos y Andinos [2ª edición], México, 2006, pp. 34-42. (los subrayados son míos)
El centralismo democrático 3
Comenzamos discutiendo el ¿Qué hacer? 5 , un folleto donde Lenin discute con sus compañeros sobre cómo estructurar el partido. Su preocupación es cómo formar una organización, un aparato, más aún, una máquina que por su precisión y eficacia, al estar formada por revolucionarios profesionales dispuestos a todo, pudiera empujar la lucha revolucionaria de masas hacia el triunfo. Hasta ahí, salvando la cuestión de lo feo de las metáforas empleadas, no hay mucho problema. Las objeciones, sin embargo, surgen en el momento en que se llega a una cita que Lenin copia de Kautsky la cual, posteriormente, no sólo se confunde con una idea del propio Lenin sino que, bajo el stalinismo, se vuelve la piedra fundamental de un tipo de práctica autoritaria, dogmática, aparatista e incluso contrarrevolucionaria.
