Viaje alrededor del Sistema-Mundo

Pablo González Casanova *


Al iniciar el recorrido, Wallerstein sostiene dos tesis principales: que la historia está abierta, y que vivimos una etapa en que el determinismo disminuye. En un caso enfrenta las tesis de una historia clausurada, en otro, la de un futuro sin alternativas. Ni es el fin de la historia ni vivimos en el mejor de los mundos posibles. La investigación y la acción tienen que explorar en los terrenos macro y micro de la política, la economía, la cultura y la sociedad y descubrir cómo se abre y cierra la historia del porvenir, y como se abren los límites actuales del sistema-mundo a los valores universales respetando sus particularidades y especificidades. El planteamiento de Wallerstein se opone a las tesis de moda de los funcionarios-filósofos del “establishment” conservador, dizque tecnocientífico y objetivo. Permite comprender un mundo que está abierto a la libertad aunque no necesariamente la alcance.

En un palacio frente a la Plaza de Ienna nos reunimos alrededor de Immanuel Wallerstein. No pudimos ir a Chateau Vallon porque los “fascistas” nos lo impidieron. Y aunque el mismo día que se inició el encuentro el juez dio una sentencia contraria a “nuestros enemigos”, los efectos favorables de la misma no nos sacaron del parisino exilio.

En un salón Parlamentario, Immanuel anunció la muerte del sistema dominante: “Hemos entrado –dijo– en una época de transición. Las oscilaciones políticas y teóricas serán más fuertes e irregulares. Las opciones se presentarán como problemas morales. La elección (le choix) será cada vez más difícil, y el debate girará en torno de los principios”. Immanuel habló de una especie de grandes ciclos deterministas y voluntaristas que se alternan. Y dio singular importancia a la voluntad en el período presente, en que la libertad puede prevalecer sobre la necesidad, y en que lo determinado entra –a la manera de Prigogine– en una especie de bifurcación, o de gran opción histórica. El propósito central de su discurso, consistió en anunciar el principio de una nueva historia en que la teoría, la moral y la decisión, eventualmente podrán construir un mundo mejor, no necesariamente predeterminado.


Desde que empezó el encuentro inicié un ejercicio práctico. Me propuse relacionar los pequeños con los grandes problemas, la historia inmediata con la construcción de la utopía, mis experiencias en Chiapas con las de otros mundos. El ejercicio resultó interesante.

El derecho de optar por una línea de conducta, el derecho a elegir, a escoger, es un buen tema de reflexión histórica y sociológica, no sólo política, o empresarial, o filosófica. Sentí la necesidad de una tipología de las opciones, algunas coyunturales, pasajeras, otras estructurales y hasta sistémicas, las que dejan huellas en conductas e instituciones: ¿Cuál es el determinismo de las opciones? ¿Cuáles son los problemas que hoy parecen sin opción, como cuando se afirma que la política neoliberal no tiene opción, y se demuestra con hechos amenazadores y razonamientos tecnocientíficos que es la única política posible, segura, técnica, científica mientras se pontifica, con la lógica de los “milagros económicos”, que es la más redituable a largo plazo?

Yo creo que no hemos estudiado bien las variaciones históricas y sociológicas de las opciones, sus determinismos variables, sus libertades esperadas e inesperadas. Creo que no hemos estudiado la historia de las opciones y del miedo. De los hombres que no quieren escoger, o que no pueden escoger, y los procesos por los que al fin se deciden y sí pueden, aunque les vaya la vida.

Si en todos los tiempos estamos determinados y en todos los tiempos optamos, los largos ciclos del determinismo y el voluntarismo de que habla Immanuel requieren estudios de los tiempos y espacios en que se concentran las posibilidades de sumisión, o los de liberación que hoy él destaca con optimismo esperanzador. Pero ese enfoque me lleva a pensar en los conformismos superados y en los “estallidos” embrujadores y no es sólo en ellos, o a partir de ellos, como quiero pensar. Quiero pensar en la construcción de la utopía, no en el asalto al cielo ni en la reforma del infierno. ¿Cómo cambiar las posibilidades creadoras de la opción? ¿Cómo se construyen hoy las opciones posibles? Necesito saber más de la historia y la sociología de la superación del conformismo (que Marcos Roitman estudia) y de la construcción de las opciones que se abren a la especie humana. Por ejemplo, desde un caserío de Chiapas como “La Realidad”, o desde la capital de un país rico, como París.

Alain Touraine encabeza a los oradores invitados. A su clásica tesis sobre la vuelta del actor añade algunas notas nuevas. De alguna manera identifica el proceso de globalización con lo que llama una “economía dessocializada”– expresión feliz – como aquélla de su último libro ¿Podremos vivir juntos? que se refiere a los pobres y a los ricos. Touraine habla también de “reconstruir un sistema de mediaciones”. “Il faut reconstruire – sostiene enfático – un système de mediations” (Me recuerda el viejo estilo de mis profesores franceses Braudel, Gurvitch, Friedman). Sólo que su voz se ha enriquecido –pienso– con su simpatía hacia los indios de Chiapas: “Marcos, un demócrata en armas” es un ensayo ejemplar que publicó en el Nouvel Observateur a su regreso del “Congreso Intergaláctico”. En ese contexto,entiendo su propuesta de que “Hoy las mediaciones fundamentales, son las opciones centrales”. Vuelvo a mis inquietudes de cómo relacionar las pequeñas y grandes mediaciones, cómo construir mini-mediaciones (siempre Chiapas en el transfondo del pensar) que a manera de “fractales” lleguen a producir grandes cambios organizados que no se salgan del control de los actores sociales, de los “pequeños” actores respetuosos de los valores particulares y universales, de los vínculos múltiples y variados de las civilizaciones que se articulan.

Un breve comentario de Samir Amin me lleva a otras reflexiones sobre el tema. “La historia del capitalismo –dice– es una historia de compromisos históricos”. De guerras, y de compromisos, pienso automáticamente. Entre unas y otros se construyen las mediaciones potencialmente funcionales a los pueblos.

Tengo que ver más el surgimiento y evolución de las mediaciones democratizadoras. Cómo juegan en ellas no sólo factores culturales, sino sociales, no sólo económicos sino políticos. No puedo desconocer la metamorfosis de la cuestión colonial, de la cuestión agraria, de la política neoliberal y las grandes compañías. Pero pienso en la construcción de las mediaciones como luchas y compromisos históricos acumulativos. Es lo fundacional. Ya volveré.

Por lo pronto escucho a De la Gorce, el conocido analista de la política mundial. El coloquio empieza a cobrar un sentido múltiple. Si Immanuel abrió la historia y Touraine registró el ingreso del actor social en busca de sus propias mediaciones, De la Gorce ayuda a pensar en la construcción del futuro a partir de un breve panorama que esboza sobre los hechos fundamentales de la historia mundial desde 1945. En esta etapa se realizó la descolonización formal de muchos países de Africa y Asia. Surgió la Rebelión Mundial del 68. Se vino abajo el proyecto comunista. Salimos de la pesadilla de la Guerra Fría y entramos a una nueva etapa en que la hegemonía mundial de Estados Unidos es indiscutible. En todo ese tiempo y más, recientemente, se amplió la población de marginados y excluidos en números relativos y absolutos… De la Gorce plantea el problema de cómo enfrentar la hegemonía norteamericana con una visión geopolítica europea. La verdad es que desde el fin de la Guerra Fría –me recuerdo– se pasó a lo que los zapatistas llaman la IIIa. Guerra Mundial contra “los condenados de la tierra” sean éstos inmigrantes que llegan del Sur a los países del “Norte”, o hambrientos y revoltosos que se entrematan en el Sur o a los que “El Imperio ataca”. Pero creo que se da otro hecho fundamental a que se refiere André Gorz desde hace varios años y que Rifkin ha puesto de moda con su tesis sobre “el fin del trabajo”. Se diría que existe una combinación entre la 3a. Guerra Mundial contra los pobres del Sur, y otra aún más silenciosa, y con menos tiros que se da contra los trabajadores asalariados. No es el fin del trabajo, ni el fin de la historia. Pero hay indicios de que se está liquidando al trabajo mercancía y a los trabajadores, que ofrecen su trabajo por un pago. No se les emplea, no se les contrata, no se compra su fuerza de trabajo. Aumenta el desempleo y los empresarios contratan trabajadores más baratos, o menos exigentes.

La Tercera Revolución Industrial baja enormemente los costos de producción y el empleo. La electrónica y la informática, combinadas por las mega-compañías permiten al sistema disminuir el empleo de trabajadores caros en el Norte y emplear a trabajadores que cobran menos en el “Sur”; a trabajadores que exigen menos, que a veces no piden casi nada, y que hasta pueden ser explotados por voluntad propia. Y éstos. “¿Qué van a hacer si no tienen otra alternativa? ¿Acaso los colonizados podemos escoger? – pregunta alguien y contesta – Estamos excluidos de escoger”.

Hasta los trabajadores de los países post-industriales cada vez pueden escoger menos. Si deciden ir a la huelga tienen muchos riesgos y pocas probabilidades de ganar. Las empresas se van a otros países. Si ellos deciden irse a otros países, su decisión es rechazada por todos los medios legales e ilegales, incluido el racismo en lo que se refiere a los trabajadores del “Sur” o del “Este”. Como inmigrantes indeseados se les llega a considerar tan peligrosos como a los narcotraficantes y a los terroristas. A la opción histórica de respeto a las etnias, habría de añadir el respeto a la libertad de circulación del trabajo asalariado, y la generación de empleo social en gran escala. Pero ¿cómo? Los grandes planes de la utopía parecen más fáciles de pensar que los pequeños.

Otra tesis del gran cambio se refiere a las mujeres. Yolanda Cohen aborda algunas novedades. Me recuerdan, a la manera de un eco, las de las mujeres Tzeltales y Tzotziles. En la historia del siglo XX y en la construcción de un Mundo Nuevo, la liberación de las mujeres aparece de manera extraordinariamente novedosa; es una forma de la liberación del hombre. Al advertir la presencia de las mujeres, la combatividad de las mujeres, uno se percata de que el feminismo tradicional ha quedado atrás. Si el problema del humanismo exige hoy ir más allá del eurocentrismo, el problema de las mujeres va mucho más allá de la lucha contra el machismo. La mitad de la humanidad se levanta. Hasta en el Islam, las mujeres oprimidas, a veces apoyadas por los hombres, se rebelan contra los jeques, contra los ayatolas, contra las mafias fundamentalistas, contra el “machismo”. Es cierto que les falta camino por recorrer, allá y en Estados Unidos y en México, y en el Mundo. Pero nunca se rebelaron tanto las mujeres. “¿Cuándo quitan las barricadas?” le pregunté un día a un habitante de Tepoztlán, ese pueblo que se rebeló contra el Club de Golf: “Cuando lo decidan las mujeres”, me contestó.

Es difícil decir a donde vamos. La reacción de los fundamentalistas del Oriente y el Occidente, del Norte y el Sur se acompaña de los más mezquinos intereses y de políticas universales de privatización exaltada. Es un serio problema mundial que resume Jean-Paul Fitoussi en unas cuantas palabras. “Si la política no puede dictar las reglas del juego económico y domina la privatización, hay represión de la democracia”. Tan sencillo como eso. Ningún fundamentalista tecnocientífico podrá jamás probar lo contrario. Vencerá pero no convencerá como dijo el inolvidable Miguel de Unamuno. Más que una democracia de mercado, domina hoy en todos los países una oligarquía de mercado con graves consecuencias para el bien común y el interés general de los habitantes de cada país y del mundo. Es el saqueo institucional de la cosa pública, de la República Nacional y Universal. “¿Y qué? –me pregunto– . ¿De qué sirve que sepa esto? Que no haya duda de que es así.” Samir Amin da la solución necesaria, aquélla sin la cual cualquier propuesta de democracia, de justicia, resulta ilusoria. Parece antigua, parece terca; pero es cierta: “Lo que se necesita es otra relación de fuerzas sociales que luche contra la lógica unilateral de la acumulación de capital que hoy, completamente sola, bloquea el sistema”.

Vienen varias intervenciones más sobre las enormes dificultades de enfrentar la situación para construir un mundo mejor. Se refieren a las naciones, a las regiones, a los pueblos. Bonnard plantea la necesidad de un cambio en la correlación de fuerzas, desde un punto de vista internacional, y con el objetivo de que el dolar no siga dominando al mundo. Chesnais habla de los peligros de la balcanización y tribalización, o regionalización, de los Estados Europeos. Pierre André Taguieff hace ver que “los modernizadores son tribalizadores”.

Siento como que muchos europeos quieren y temen unos Estados Unidos de Europa. A la vez admiran el que los norteamericanos sean unos “profesionales de la integración de inmigrantes”, y temen a los inmigrantes. Quieren una Europa Unida y también una República (como Francia) “única e indivisible”. Hasta el nacionalismo (“la France”) es erigido por momentos en el principal motor de la historia. Y a veces lo defienden con razón frente a quienes con alma neoliberal –como Vargas Llosa– declaran que “la nación es producto de una imaginación maligna”. “El nacionalismo contestan– ha sido demonizado; declarado enemigo natural de la democracia. Eso es falso”. Dejan planteado el problema de ¿Qué nacionalismo es necesario preservar, abierto, democrático, universalista, hecho a tratados entre iguales…? En el mundo hegemonizado por Estados Unidos ven que los Estados-Nación abandonan el control sobre sus monedas, sobre sus impuestos, sobre sus territorios. La búsqueda de una alternativa a la hegemonía norteamericana es persistente. Implica nuevos conceptos de la soberanía y de las autonomías.

Poco después aparece la ex-URSS como un estado dislocado. Y lo peor es la dislocación de la sociedad. Surgen allá “desigualdades monstruosas” y una población cada vez más decepcionada de la política en que creyó un cuarto de hora. En cuanto a China, pasa de un capitalismo sin capitalistas a otro con capitalistas. En materia de democracia sigue los consejos de Huntington: la deja para después. En silencio “amplía los mercados y aumenta las desigualdades regionales y sociales”. Si las reformas de China son más exitosas que las de Rusia; su mejor porvenir se contempla como una alianza con la propia Rusia y con la India.

En ese ambiente, la lógica de los grandes bloques hace pensar de nuevo en la imposibilidad del super-imperialismo. Entre “que si quieren y no quieren”, aparecen tanto el bloque hegemónico de Estados Unidos, como otro de Europa y uno más de Asia. ¿Se pondrán de acuerdo para dominar al resto del mundo o aumentarán sus conflictos y choques violentos?

Sobre el conjunto domina “la gestión del mundo como mercado.” En su intervención, Samir Amin no sólo habla del Ex-Tercer Mundo sino del Mundo. Se refiere a la grave erosión de las relaciones y derechos sociales que se establecieron al fin de la 2a. Guerra Mundial. Señala al capital como la fuerza dominante que impone la lógica de sus intereses en forma unilateral. El resultado comprobable es una utopía autodestructiva que con el neoliberalismo como ideología, lleva a un caos inevitable. Las pruebas de las afirmaciones de Samir son abundantes. Las refutaciones que se le hagan se sostendrán por la fuerza militar, financiera, tecnológica, publicitaria. Nada más las luchas sociales y políticas que identifiquen las contradicciones del sistema en los distintos escenarios determinarán el rostro del mundo de mañana. Es su respuesta.

En todo caso me doy cuenta que mi tema de la democracia universal y no excluyente tiene más problemas de los que cualquier escéptico imagine. La unidad en la diversidad frente a los obstáculos para una democracia representativa y participativa no escapa a nadie que se precie de constructivista radical o de demócrata radical. Pero será tarea de muchos “pequeños y grandes mundos” conocerla y hacerla desde la propia especificidad y universalidad. De lo que estoy seguro es que no hay más alternativa que esa. Los bloques, los nacionalismos, los socialismos, los etnicismos sin un proyecto democrático de gobiernos plurales, respetuosos de los derechos individuales y sociales, de las ideologías y religiones distintas, capaces de controlar y orientar a los sistemas económicos para el bien común y el interés general, ni podrán resolver el problema del fin del trabajo como mercancía, ni podrán resolver el problema del agotamiento de los recursos naturales, ni podrán resolver el problema de las migraciones, el hambre, el crecimiento ilimitado de la población, los suicidios en masa, los exterminios colectivos o, en fin, el ecocidio pesimista (sic) que acabe con la especie humana.

El problema práctico de que no ocurra “lo peor” sólo se podrá abordar con una teoría y práctica de la democracia que se acompañe de una pedagogía a la vez moral y política. Y aún así será necesario difundir e imponer, por consenso, la sobriedad en los modelos de consumo. Democracia y consumo sobrio, por consenso, implicarán el respeto práctico a la persona humana, a las etnias y pueblos, y a una cultura universal cada vez más rica en su unidad y su diversidad. Sólo así se podrá construir y conocer una democracia universal local y global no excluyente. Es más, sólo así se asegurará la sobrevivencia “humana”. No hay vuelta. Por eso es tan importante estudiar y respetar las alternativas democráticas que vienen de las etnias y los pueblos, como la de los mayas del EZLN en México, la de Lavalas en Haití, las de los municipios del PT y el movimiento de los “Sem Terra” en Brasil, o la de Kerala en la India con su programación democrática de la economía, o la de los hermanos budistas en Burma, o la del pueblo de Filipinas. Y paro de contar…

La historia está abierta con sus grandes opciones morales, políticas e intelectuales, aunque su salida quede en el campo de lo indeterminado y vaya a pasar por grandes turbulencias, como Wallerstein hace ver. En esa historia, las estrategias habrán de montarse sobre las tendencias –según observa Samir Amin. También habrán de atender al peligro que destacó el señor Alotta cuando dijo, ya casi para concluir el evento, que la dominación del mundo, más que por las fuerzas armadas o las organizaciones políticas, por las religiones o las ideologías, se está librando en el campo del pensamiento moral. El señor Alotta se refirió en particular al dominio norteamericano del mundo moral. Pero el problema es mayor y es básico: En esta Tercera Guerra Mundial, como en cualquier otra guerra, la desmoralización del enemigo es uno de los recursos principales de la victoria. Fortalecer la moral política y las prácticas democráticas permitirá ganar una gran guerra por la humanidad. Tal vez se pueda. El encuentro alrededor de Wallerstein y del Sistema Mundo indica que nunca el Sistema-Mundo había tenido tantas experiencias políticas y morales como ahora para una lucha por la democracia, la justicia y la dignidad.

Al terminar el encuentro, salgo del Palacio y me voy caminando por la avenida de Ienna en dirección a Passy. Al llegar a los jardines del Trocadero veo en la Torre Eiffel el enorme anuncio de focos luminosos. Faltan 981 días para el año 2000.

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* En JOURNAL OF WORLD-SYSTEMS RESEARCH, VI, 3, fall/winter 2000, 658-666 Special Issue: Festschrift for Immanuel Wallerstein – Part II (las imágenes y el resaltado en negritas son agregados míos)

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