CUANDO HABLAMOS DE EMANCIPACIONES, no nos referimos a una utopía de futuro, sino a la realidad que es esperanza de sí misma –parafraseando a Paulo Freire. No se trata, por lo tanto, de una esperanza ingenua, sino de aquella que se moviliza para poder concretarse. Hablamos también desde un tiempo y un espacio concretos: la Argentina post-rebelión. Un país que sigue pujando por nacer, y que intenta cuidar y multiplicar lo ganado en las jornadas que imaginaron y propusieron el
que se vayan todos, consigna que configura los alcances y límites de nuestro imaginario rebelde. Hablamos desde una práctica teórico-práctica: la educación popular, concebida como pedagogía de la resistencia y de las emancipaciones, de la rabia y la indignación frente a las injusticias, de la rebelión y de la revelación de los nuevos mundos que pugnan por crecer y por forjar relaciones políticas, culturales, sociales, económicas, de género, opuestas a las que reproducen y refuerzan la dominación.
Las jornadas del 19 y 20 de diciembre en Argentina, y la multiplicación de energías que de ellas se desprendieron, permitieron volver a plantear la diversidad de dimensiones emancipatorias de las resistencias, y anunciaron algunas tendencias que –al margen de avances y retrocesos coyunturales – marcan la subjetividad de nuevas franjas de protagonistas sociales y políticos con señales que indican la recuperación de la confianza en las propias fuerzas, la deslegitimación del
orden que nos condena, el desarrollo de una nueva institucionalidad que abre paso a la posibilidad de repensar la política, la insinuación de distintas maneras de amasar identidad y proyecto, sobre la base de un esfuerzo colectivo que, al tiempo que sueña el proyecto, intenta construirlo en las prácticas cotidianas, modificando las relaciones de opresión y dominación. Es parte también de
lo ganado en las jornadas de rebeldía, la provisoria victoria sobre el terror introyectado por la dictadura y la impunidad, y el desafío de dar una nueva vuelta en la historia de los vencidos resignificando el sentido mismo de la victoria y la derrota, achicando las distancias entre una y otra, en la medida en que ambas forman parte del camino de creación de nuevos mundos humanizados por la resistencia y los proyectos fértiles que en esta van echando raíces.
Valorizar lo ganado no significa ilusionarse con que esto ya ha sido integrado
de una vez y para siempre en la subjetividad popular –ya sabemos que nunca es así– pero implica reconocer que estas experiencias, aun en los momentos en que ese impulso retrocede o encuentra un cierre parcial, han atravesado vivencialmente a millones de hombres y mujeres, especialmente a las generaciones jóvenes que fueron protagonistas fundamentales y activas de la rebelión
1. ...
Continuar leyendo...