Monumento al Che en RosarioActualización:
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« Animado el Gobierno de un sentimiento de justicia y equidad, reconoce todas las deudas del gobierno español que no hayan sido contraídas para mantener la esclavitud del Perú, y hostilizar a los demás pueblos independientes de América. »
San Martín ecuestre. Grabado hecho por Géricault. Biblioteca nacional de París , sección estampas y grabados
Referirse a los próceres puede resultar complicado. Y si el prócer es el llamado “padre de la patria”, y “santo de la espada”, más, pues pre-existe y persiste esa mirada del héroe de bronce, cabalgando sobre un brioso corcel, como el del, sin duda, bellísimo monumento emplazado, justamente, en Plaza San Martín, barrio del Retiro, en Bs. As., y tantos otros en lo extenso del país y otros países, como Chile y Perú.
Hoy sabemos, por ej., gracias a indagaciones superadoras * de la tradición mitrista y la Academia que Don José fue hijo natural de Don Diego de Alvear y Rosa Guarú, joven india guaraní , criada de la casa de los San Martín. (me gusta pensar que este origen tuvo que ver con su visión americanista)
Así es que no deberíamos olvidar que este héroe emblemático, liberador, junto a S. Bolívar, de Nuestra América, fue un hombre de carne y hueso.
En lo que a mí respecta, sobre los apelativos digo, creo que sin duda debió de ser un buen padre para su hija Mercedes Tomasa, como testimonia el legado de las Máximas, y como lo demuestra la devoción que su hija le dedicó hasta el último de sus días. Confieso que respecto del apelativo de “santo” tengo grandes dudas, seguramente sí un hombre de honor; y en cuanto al manejo de la espada, sin negarlo como combatiente, fue un mejor estratega, y su arma más afilada “su cerebro”.
A lo que voy es que Don José fue un hombre de su época, que no improvisaba, y que sin ser un pensador ni un filósofo, tenía ideas firmes, las cuales se sentía llamado a plasmar en acciones.
De lo que se trata aquí, es de revisar algunas claves de su pensamiento, recurriendo a dos pensadores, uno filósofo, Arturo Roig (1), y otro jurista, Jorge F. Cholvis.
Podemos decir entonces que José de San Martín nos dejó testimonio de su pensamiento en tres registros:
«…estoy convencido de que serás lo que hay que ser, si no eres nada.»
Roig define esta máxima como “un imperativo moral, bajo el que debería ordenarse la vida de todo ciudadano” : «Serás lo que hay que ser, sino, eres nada». Con ello, San Martín fundamentaba su proceder en el “cumplimiento de un «deber ser» , en el que se jugaba toda su vida moral.”
Hay en estas palabras de nuestro héroe un cierto "deberismo", que a más de uno ha despertado resonancias del imperativo categórico kantiano, y se pregunta si acaso San Martín haya leído al filósofo alemán de la Ilustración, Immanuel Kant. Roig descarta esta idea por descabellada. Pero se le ocurre que San Martín como hombre ilustrado y de su tiempo, debió estar atravesado por las mismas inquietudes, con las que organizó sus ideas morales, y que lo relacionan con ese momento en el que el filósofo alemán ablandó su imperativo incorporándole la exigencia de usar de la humanidad, tanto en sí mismo, como en los demás "siempre como un fin y nunca como un medio". ¿Qué estaba por detrás de todo esto? Pues nada menos que la dignidad humana. Mantenerse en Lima, con todo el esplendor de la gloria y del poder, tomando como medios de esa gloria y de ese poder a los demás, era desconocerlos en su dignidad.
Roig relaciona además esta máxima con otro texto de San Martín anterior, la Proclama dirigida desde Chile, en 1818, a todos los habitantes del Perú, y al decir todos, decimos que incluye también a los españoles, pues no eran ellos sus enemigos, sino la tiranía y la opresión.
Cito algunos párrafos de dicho manifiesto:
« Para dirigiros mi palabra no solo me hallo autorizado por el derecho con que todo hombre libre puede hablar al oprimido….[ la causa de nuestra libertad] está identificada con la suya y con la causa del género humano… […] a pesar de todas las combinaciones del despotismo el evangelio de los derechos del hombre se propagaba en medio de las contradicciones.»
« Mi anuncio, pues, no es el de un conquistador que trata de sistemar una nueva esclavitud. […] yo no puedo ser sino el instrumento accidental de la justicia y un agente del destino. »
« Apreciad el porvenir de millones de generaciones…. Cuando se hallen restablecidos los derechos de la especie humana perdidos por tantas edades… yo me felicitaré de poderme unir a las instituciones que los consagren, habré satisfecho el mejor voto de mi corazón, y quedará concluida la obra más bella de mi vida. »
Esa proclama, dice Roig, responde de modo claro a esos ideales humanos que le impulsaron a San Martín a ponerse más allá de los derechos del ciudadano y anticipar los actuales derechos humanos, a los que denomina derechos de la especie humana.
Pero el imperativo sanmartiniano no sólo es moral, es también cultural , y vale tanto para reglar la conducta moral, como la práctica cultural.
La cultura en general puede ser definida como un acto de objetivación de nosotros mismos. Para hacer lo que cada uno puede llegar a ser, los humanos debemos salirnos de nosotros mismos. Lo vimos en Freire: el alfarero se expresa en sus cacharros... La cultura… desde sus manifestaciones más primarias hasta las más complejas - como podrían ser la ciencia, el arte, la filosofía - es fruto de una imprescindible e inevitable objetivación.
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* Me refiero concretamente a Hugo Chumbita en El secreto de Yapeyú. El origen mestizo de San Martín (Emecé, 2001), y a García Hamilton, Don José ()
(1) Roig, Arturo, “El General José de San Martín y su imperativo moral.”, contenido en Ética del Poder y Moralidad de la Protesta, Mendoza, 1998
En un post anterior nos referíamos a lo que Freire concibe como pedagogía de la comprensión crítica y de la una unidad de reflexión y acción. Decíamos de este concepto de comprensión crítica como capacidad de lectura del mundo o del texto, de leer las diferentes posibilidades, de poder leer la situación existencial, o sea, la situación concreta en la que uno está viviendo, y poder ver sus diferentes componentes y alternativas; y decíamos, si comprendemos la situación de manera crítica, vamos a actuar de manera crítica, la decisión que tomemos va a ser más crítica. Vale decir: seremos sujetos y no objetos.
(Quizás sea conveniente aquí aclarar que con "crítica" no nos referimos al uso común en el sentido de "denostar", de "hablar mal respecto de algo ", de "enunciar defectos", sino que refiere al pensamiento crítico, a pensar con autonomía, a la capacidad de discernir los diferentes elementos de la situación, y ver que no es la mera apariencia, sino que tiene componentes, causas, motivos, y algún supuesto que la sostiene)
Entonces también decíamos que a una comprensión crítica corresponde una acción crítica. lo que hoy quiero traer es cómo Paulo Freire en uno de sus ensayos * aplica su propia comprensión crítica a desentrañar qué hay detrás del uso de un apelativo tan sencillo como "tía", a la maestra.
Uds. saben que en Brasil existe el uso extendido de llamar tía a la maestra, sobretodo a partir de la expansión de la educación privada en los años 60´. En Argentina no existe ese uso, pero sí en el imaginario se suele comparar a la maestra con una “segunda madre”. Y digo maestra y no maestros, porque también hay una carga de género sobre la tarea docente (se podría rastrear en la historia esto de que la maestra es madre, y Sarmiento el padre del aula; también recuerdo la canción de M. E. Walsh: soy la maestra argentina, "segunda madre" y obrera…)
Ahora bien, Freire ofrece a través de este ensayo, en el que el maestro Freire habla a los maestros, una entrada diferente para tratar los temas de la profesionalización y la valorización docente (o debiera decir de "desprofesionalización" y de "desvalorización" del rol docente) pues nos propone reflexionar sobre un hecho tan trivial como significativo, que es este de llamar tía a la maestra, o en nuestro caso segunda madre.
Él dice que este uso de la palabra tía siendo portadora de imágenes muy relacionadas al ámbito familiar "satisface de maneras insospechadas la ansiada valorización" haciendo que muchas maestras se sientan apreciadas y queridas, aceptando así un "conjunto de significados y reglas", una suerte de "amor incondicional". Pero que en realidad, esta caracterización esconde, ideológicamente, el hecho de que la docencia es una profesión.
El ejercicio que él hace, desde su comprensión crítica es este: dice que la maestra puede tener sobrinos (puede ser madre y tener hijos), y por eso ser tía (y por eso ser madre), y cualquier tía (madre) puede enseñar y trabajar con alumnos.
Ahora bien: "Enseñar es una profesión que implica una cierta tarea, cierta militancia, cierta especificidad en su cumplimiento; mientras que ser tía es vivir una relación de parentesco."
La identificación de ambas lleva a quitar la "responsabilidad profesional de capacitación permanente (y auténtica, - dirá en otro momento- que se apoya en la experiencia de vivir la tensión dialéctica entre la teoría y la práctica) que es parte de su exigencia política".
Cuando decimos tensión dialéctica, decimos una tensión de relación mutua entre la práctica y la teoría. Yo aplico la teoría a la práctica, y la práctica va ir modificando la teoría y así, una relación de mutua influencia. El reducir a la maestra a la condición de tía es la trampa ideológica en la que pretendiendo "endulzar la vida de la maestra, lo que se trata de hacer es ablandar su capacidad de lucha o entretenerla en el ejercicio de sus tareas fundamentales.
Y equivale casi a proclamar que las maestras, como las buenas tías (o las buenas madres), no deben pelear, no deben rebelarse, no deben hacer huelgas. ¿Quién ha visto a diez mil "tías" haciendo huelga, sacrificando a sus sobrinos, perjudicándolos en su aprendizaje?
En un momento en que frecuentemente se plantea la cuestión de la educación como clave para la recuperación de nuestra comunidad , me animaría a decir, "lastimada" en varios sentidos, cierro recordando, y con ello al maestro en su lucha, lo que Paulo Freire dijera en una de sus conferencias:
"No es posible dar clases de democracia y al mismo tiempo considerar como absurda e inmoral la participación del pueblo en el poder"-----------
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