El patio de los objetos

Rodolfo Kusch  *



La ciencia es la proyección de todo lo que había quedado reprimido o alimentado por la ciudad. Por eso los temas más importantes de esa ciencia habrían de ser los proyectiles, la caída en el vacío o la invasión del espacio por objetos. Galileo y Copérnico atestiguan esa actitud. Después de una Edad Media profundamente femenina, el hombre adquiere en Europa un hondo sentido fálico, que se traducía en una penetración del mundo. Era el espacio vacío de Galileo que permitía ahora el fácil y calculable desplazamiento de los atados de género del viejo mercader veneciano.

Se había vuelto a obtener la tónica masculina, para una cultura que amenazaba mantenerse en el plano femenino de la iglesia medieval. El espacio vacío y el tiempo cronométrico arremetían contra el último residuo de magia para traducir todo en madidas exactas.

Pero tónica masculina se daba incluso en un terreno mucho más importante. El espacio vacío tenía una finalidad y era la de crar un campo libre para los objetos, gobernados por la inteligencia. Y éstos no eran sólo ideales sino también reales: las fomras económicas nuevas -el librecambismo- o las ideas políticas- como la democrática o la contractual- respondían al mismo fin, porque jugaban a la creación de una segunda naturaleza [17]. Eran la consecuencia patológica de la prohibición del mal. Indudablemente habían perdido de vista al hombre como puro ente biológico. Y es que los demonios, que llenaban el espacio primitivo, eran sustituídos por formas mensuralbles, que se mantenían en el plano de los objetos. Eran demonios-objetos, controlados por la magia racional de la técnica.
Edificios modernos
Y todo era concebido como una gran ciudad, porque se fue reemplazando el viejo mundo del compromiso de la sangre y de la vida por otro, cuyo compromiso residía en el contrato o en el acuerdo de voluntades. Fue el triundo del mercader de aquélla ciudad veneciana, que creaba así, por segunda vez, el mundo. El mercader era el héroe de la revolución técnica, la cual, según Freyer [18], fue la segunda gran revolución, después del invento de la piedra pulimentada.

Todo lo que se fue creando correspondía a un sólo aspecto de la vida humana, aquél que se desempeñaba en la ciudad y por eso la ciudad se fue convirtiendo en un patio de los objetos. Hartmann llama así a los sectores absolutamente comprensibles de la realidad [19]. Pero lo que él afirma exclusivamente para su metafísica del conocimiento, sin embargo, representa un curioso lapsus en el lenguaje filosófico y técnico, y denuncia una preocupación típica del occidental. El patio supone el lugar vacío dónde conversamos y convivimos con los vecinos, para lo cual ponemos muebles, o sea, las cosas que hemos creado para estar cómodos en el mundo. Y la ciudad crea esa posibilidad, por eso ella es un patio de los objetos.



Con todo esto, el hombre pierde la prolongación umbilical con la piedra y el árbol. Ha creado algo que suple al árbol, pero que no es árbol. Como simple sujeto lógico que examina objetos y los crea, quiere ser un hombre puro, pero no es más que medio hombre, porque ha perdido su raíz vital y, entonces, suple la ira de dios por su propia ira [20]. De ahí la ciudad-patio, en la cual el hombre es el indio iracundo que gobierna a aquélla con el secreto afán de convertir todo el espacio que la rodea en una ciudad total, la futura megalópolis de Mumford [21].


[17[.  Habrá sido seguramente el fondo reoántico de esta empresa el que hace exclamar a Nietzsche, un poco ingenuamente, que podría pensarse en introducir ´obreros extranjeros de Asia y África, de modo que el mundo civilizado se hiciese servir por el mundo bárbaro, y del tal modo considerar la incultura como causa de servidumbre´(Aurora y una ojeada sobre el presente y el porvenir de los pueblos, Madrid, Aguilar, 1932)
Como respuesta a la consecuencia de ese impulso que registra Nietzsche altaneramente, citaré un párrafo realente ejemplar por su síntesis, de Junjiro Takakusu y que va dirigido contra esta actitud occidental, en "El budismo como filosofía de «asidad»" (en Filosofía del Oriente, México, PCE,1954) Dice así este autor: ´En estos tiempos de individualismo se piensa habitualmente que un individuo se opone inevitablmente a otro, que las clasese de una sociedad se oonene entre sí, que un negocio compite con otro. Con frecuencia se mantiene en la ciencia física un pensaminto por el estilo: una posición no puede ser ocupada por más un objeto y, por tanto, todos los objetos se oponen entre sí [...] Tal independencia de todas las rams de saber es, de hecho, la disolución de la civilización´. Como se ve, esta visión de la cultura europea, hecha un poco al margen de ella, hace resaltar como móvil principal la idea de objeto.

[18].  Véanse las conferencias de Hans Freyer, publicadas en el Boletín del Instituto de Sociología (xn, 9, Buenos Aires, 1954), donde este autor despliega un curioso optimismo sobre el valor universal de la revolución técnica impuesta por Europa a todo el mundo)

[19]. ´ Podríamos llamar «patio de los objetos», aquéllo que el sujeto atiende efectivamente en el conocimiento´ y que ´comprende esa parte de ñlo real que llegó a ser objeto´. Es de notar el sentido dinámico que le da a esta concepción Hartmann, porque ubica después del ´patio de los objetos´ la esfera del transobjetivo, o sea, ´la del ser cognoscible, del ser que es susceptible de convertirse en objeto´ (Les principes d´une mètaphysique de la connaissance, Paris, Montaigne,1946,2 vols.)

[20].   C. G. Jung afirma que el hombre moderno hace como el primitivo: ´Ei inconciente es proyectado sore el objeto y el objeto introyectado en el sujeto´. Por lo tanto no cabe hablar de una superioridad del moderno. Éste ´está colmado casi tanto de contenido perturbadores como el primitivo´, por cuanto sus ´sus prácticas mágicas no las realiza más con bolsitas medicinales, amuletos y sacrificios de animales, sino con remedio para los nervios. neurosis, «ilustración», cultos de la voluntad, etc.´ ( El secreto de la flor de oro). Esto sirve como telón de fondo de esa ´superación´ aparente que implica el dominio del hombre en la ciudad, como mundo exclusivamente humano y que dimos en llamar «ira del hombre».
Uno de las aspectos de esta iracundia del hombre es indudablemente la competencia. Ella constituye el factor importante de dinámica ciudadana, espacialmente en el plano económico. Karen Horney expresa que desde ese plano ´la competencia irradia hacia todas las otras actividades y también satura el amor, las relaciones sociales y las diversiones. Por lo tanto la competencia constituye un problema universal en nuestra cultura, y no es sorprendente que sea el núcleo indefectible de conflictos neuróticos´ (La presonalidad neurótica de nuestro tiempo, Buenos Aires, Paidós, 1951). Por todo ello hago mención en el texto del "medio hombre", advirtiendo su incapacidad, quizá natural, de ser totalmente conciente de todos sus problemas, aunque aparentemente esté viviendo como si esto no fuera así.

[21]. Lewis Mumford considera que las ciudades pasan por distintas fases, siendo la cuarta o «megalópolis», aquélla en la cual se inicia la decadencia. ´La ciudad bajo la influencia de un mito capitalista, se concetra en los negocios y en el poder [...]. Cualquier hecho de la vida se subordina al acaparamiento de riquezas y a la exhibición de las mismas... Crece el espíritu de empresa agresivo [...]. Se embota el sentido moral´ En el plano cultural aparece ´la investigación estéril, el «alejandrinismo», el dominio de la enciclopedia en educación, o sea que el saber se divorcia de la vida´. Pone como ejemplos entre otros, la París del siglo XVIII, y la Nueva York de comienzos del siglo XX (véase L. Mumford, ob.cit.)


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* en América Profunda, Editorial Biblos, Argentina, 1999 (las llamadas numéricas corresponden al texto original)


4 comentarios :

Emerald dijo...

excelente escrito para dejarte pensando por dias y dias! una visión bastante depresiva del hombre actual.
Me gusto la referencia al budismo y su filosofía de asidad.

"personalidad neurotica de nuestro tiempo!!..." :(

Anahí dijo...

Hola, LuzdeLuna, sí, y Kusch lo escribió allá por los fines de los ´60 (falleció en el ´74, se ahorró algunos dolores de cabeza me parece, aunque no todos)
Abrazo.

Profesora Ruth Garcia dijo...

No se le ahorro nada, debió exiliarse, esconderse en Maimara y muere en 1977, en medio del horror, pero estoy segura que amado.

Anahí dijo...

@Profesora Ruth Garcia
Sí Ruth, tiene usted razón, estaba confundida con la fecha de su fallecimiento (de hecho, muere en 1979).
Saludos.

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