Los profetas del miedo

Rodolfo Kusch *

La importancia del descubrimiento estriba en el hecho de que es el encuentro entre dos experiencias del hombre. Por una parte la del ser, como dinamica cultural, cuyo origen se remonta a las ciudades medievales y que adquiere madurez hacia el siglo XVI. Por la otra es la experiencia del estar, como sobrevivencia, como acomodación a un ámbito por parte de los pueblos precolombinos, con una peculiar organización y espíritu y esa rara capacidad de cimentarse a través de una radicación de varios milenios en las tierras de Améria.
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América no es entonces, un lugar de conquista de españoles e inmigrantes sino un escenario donde se desarrolla en cierta manera un balance o una liquidación de los elementos adquiridos por la especie. Un balance que se resuelve casi siempre por la fuerza. Así lo quiso Colón, Pizarro o más tarde nuestro San Martín o Belgrano. Eran los profetas del miedo porque en esa lucha, que se entabla entre las dos experiencias, buscaban la parte del ser, un poco para ser alguien y otro poco porque les inquietaba estar aquí en América y, por sobre todo, porque querían estar comprometidos con la dinámica europea, cueste lo que cueste.


Colón

Por eso es ambivalnte la historia de Colón. Es ya la de Bonaparte, una pequeña historia, la del pequeño patio de objetos que querían elaborar los ciudadanos europeos. Colón fue la consecuencia de la madurez del mundo occidental, de nuevo criterio de vida, basado en na visión intelectual y técnica- y también más ciudadana- del mundo y que se había gestado lentamente en las ciudades medievales. Trató de jugar su experiencia de ciudad, como forma exclusiva de vida, en el plano de la pqueña historia. Era, en el fondo, la historia del mercader que ampliaba su poderío más allá de Europa. Por eso lo apoyaron los banqueros italianos como Berardi.

Colón hace como si el espacio fuera vacío y desafía la leyenda de la serpiente de los mares del sur y la de los monstruos que devoraban los barcos. Todo esto era el último resto de un miedo que había sido cubierto, como si fueran los residuos de la ira divina en forma de leyenda.

Y como Colón era un teórico que actuaba como si el mundo estuviera vacío, fue uno de los primeros profetas del miedo. Se comportaba, más allá de Europa, como si hubiera que trasladar Europa a ese punto que había descubierto. Cuando funda el primer fuerte lo hace así, como aspirando a crear la ciudad. Por eso inicia la superposición de la realidad europea, alimentada por la convicción técnica, sobre una realidad que no era europea y que, en este caso, era americana y, más aún, era la del indio. Y es que había miedo en Colón porque lo apremiaba esa superposición y no quería, o no podía, ver lo que había quedado abajo.

Por eso Colón llegó a ser un héroe después de la independencia americana, cuando lo usufructuaron las clases medias americanas[28].

Recién entonces adquiere la categoría del gran emigrante eyaculado por una sociedad, que mantenía excesivos resabios feudales y medievales. Y era un emigrante porque, respaldado por la teoría, elaborada por los ciudadanos europeos, se lanzó al vacío para confirmar el poderío de la técnica que desafiaba a la ira de dios.

Cuando Colón parte del Puerto de Palos no sólo amplía la pequeña historia sino que también trata de calmar la conciencia de los que estaban comprometidos con la nueva verdad, tratando de distraerla y reemplazarla mediante la nueva dinámica. Es esa dinámica la que Europa habría de emprender luego a gran escala[29].



[28] La escasa importancia que Colón tuvo para los americanos del siglo XVI se advierte en uno de los dibujos de Guamán Poma de Ayala. Fgura ahí la carabela que trae a varios y entre otros a Pizarro, Almagro y Balboa, todos con un aspecto imponenete. Pero Colón aparece como un diminuto e insignificante grumete. Tampoco en Salcamayhua alguna referencia sobre Colón Es indudable que el navegante sólo interesaba a los españoles de la corte, como se advierte en las Décadas de Mártir de Anglería.

[29] La expansión capitalista y colonialista de Europa en el siglo XIX es la culminación de este proceso. En cambio, la decadencia y la crisis del mismo se da en las dos guerras del 14 y del 39. Especialmente la primera ocurre a raíz del rozamiento ocurrido en las colonias que trasladan el problema a la misma Europa.


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* América Profunda, Editorial Biblos, Buenos Aires, 1999, pp 126-128 (Las llamadas numéricas corresponden al texto original)


1 comentarios :

Anónimo dijo...

un texto profundo si así se lo lee

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