por Atilio Boron
En esta entrevista, el profesor de la City University of New York (CUNY) analiza el devenir de la crisis económica internacional. Harvey centra sus observaciones en el carácter cambiante de la crisis y da cuenta de los diversos modos en que esta crisis ha sido afrontada en EE.UU., Europa y China.
Atilio Borón es entrevistado en el programa de VTV, La Hojilla, en Buenos Aires, 13 mayo 2012
En la entrevista habla de militarización y escenarios de intervención, de su censura en facebook, de los medios de comunicación hegemónicos, de la democratización de los medios de comunicación, de la batalla de las ideas, entre otros temas
por Atilio Borón
Situación de América Latina y el contexto mundial
Entrevista a Piedad Córdoba Ruiz, fundadora de Colombianos y Colombianas por la paz en Colombia, realizada por Atilio Boron en el marco del evento "Hagamos la Paz en Colombia". Buenos Aires, 23 de febrero de 2011.
por Atilio Borón *
Uno de los más lúcidos observadores de la escena política argentina, Mario Wainfeld, publicaba al día siguiente en Página/12 una extensa nota en la que sostenía con absoluta razón que el de Ferreyra no era un crimen común y corriente, con toda su carga de dolor, sino un asesinato político y que, como tal, no bastaba con la fría aplicación de la legislación penal que había prometido la Presidenta Cristina Fernández sino que había que ir mucho más allá. Decía además que “el homicidio del joven Ferreyra debe, necesariamente, reavivar el debate sobre el sistema sindical argentino, la dudosa legitimidad de algunos de sus emergentes, la imperiosidad de reconocer nuevas formas de representación o agremiación, centrales alternativas.” Ojalá que así sea, pero para ello habría que introducir algunas consideraciones previas para que ese debate, si efectivamente se enciende, no termine siendo un ejercicio retórico castrado de toda capacidad transformadora. El gobierno ya ha prometido procesar no sólo al homicida sino también a los autores intelectuales del crimen. Sin embargo, pese a que son muchos los que en Argentina saben muy bien donde encontrar a estos últimos, a cuarenta y ocho horas del asesinato la Casa Rosada todavía tiene las manos vacías y no hay un solo detenido.
En su artículo Wainfeld establece una sugerente equiparación entre el asesinato en un cuartel del ejército argentino del soldado Omar Carrasco -crimen que produjo una ola de indignación colectiva de tal magnitud que puso abrupto fin al servicio militar obligatorio- y el perpetrado en contra de Mariano Ferreyra. Pero es difícil que el desenlace de este último pueda conducir a la refundación del sindicalismo argentino: Menem pudo acabar con la conscripción porque, en los noventas, las fuerzas armadas se habían debilitado y desprestigiado a un grado extremo y eran un rival muy fácil de derrotar. Carecían de prestigio y poder, y el dinero que antes obtenían de numerosas empresas públicas, privatizadas en los noventas, se había esfumado. El sindicalismo cegetista, en cambio, está más desprestigiado que nunca pero, paradojalmente, se ha fortalecido al ser ungido como la “columna vertebral” del kirchnerismo. Su reputación no podría ser peor, pero su poderío es tan inmenso como la fortuna mal habida de sus principales dirigentes –convertido en ostentosos millonarios- y sería una suprema ingenuidad de la Presidenta y del jefe del PJ, Néstor Kirchner, suponer que las presiones y chantajes de esta mafia habrán de detenerse respetuosamente ante el sacrosanto umbral de la Casa Rosada.
* Publicado en su blog, 21.10.10 (Los enlaces y algunas imágenes son agregados míos)
La ley del garrote
Segunda emancipación
Volver a Carrillo
Desciudanización de la democracia
analizado por Atilio Borón y Alcira Argumedo, en El Destape (Canal 24)
Entrevista a Atilio Borón
Bases militares yankis
Exacerbar la memoria
La Internet no es el reino de la libertad, como muchos creen
Una nota sobre el cretinismo “internético” *
Atilio Borón
El libro de Castells se edifica íntegramente sobre esa superstición. Pero contrariamente a lo que asegura la charlatanería posmoderna la Internet ni es horizontal, descentrada o desterritorializada. Lo que aquellos autores se empeñan en negar es que la Internet es una estructura que tiene centros de monitoreo y control, y en donde cierto tipo de comunicaciones están bloqueadas, casi todas vigiladas y algunas son censuradas. Sólo espíritus muy ingenuos pueden suponer otra cosa, aunque también puede ocurrir que tan desastrado diagnóstico responda a la incesante búsqueda de originalidad y singularidad que caracteriza la labor de muchos intelectuales -¿el “afán de novedades”, cuyas perniciosas consecuencias ya habían sido notadas por Platón?- que afectados por una fenomenal sobrevaloración de la importancia de sí mismos y de sus ideas se obstinan en formular alambicadas tesis sobre nuestra época pero absteniéndose de hablar del capitalismo y del imperialismo. Desde el punto de vista de la ciencia social esto es tan absurdo como el intento de un astrónomo que quisiera predecir el curso de los planetas prescindiendo por completo de tomar en cuenta al sol. En términos de pensamiento crítico una operación de este tipo constituye una lamentable capitulación, pero no puede negarse que otorga un baño de respetabilidad a quienes al promover semejantes disparates desarman ideológicamente a los miles de millones de víctimas del sistema que, por otra parte retribuye generosamente los servicios de quienes predican tales fantasías. Una de las tesis más importantes de este tiempo es, precisamente, exaltar a la Internet como el reino de la libertad, convirtiendo así a uno de los preceptos de la ideología dominante en una verdad supuestamente irrefutable.
Pero las evidencias que destruyen ese mito son abrumadoras. Por ejemplo, muchos de los mensajes emitidos en estos últimos días desde el PLED anunciando un panel sobre el rol de Colombia en la geopolítica imperial padecieron de sospechosas dificultades. Nos llegaron informes de amigos y compañeros que querían difundir el evento pero al poner “Colombia” en el asunto o en el cuerpo del mensaje éste simplemente desaparecía de la pantalla o iba directamente a la papelera. Estamos también experimentando dificultades en recibir adhesiones para nuestra campaña de solidaridad con Cuba, y son varios quienes apelaron a llamadas telefónicas para hacernos saber de su imposibilidad de registrar su firma enviando un mensaje a la dirección preparada para tal efecto. Son muchas las experiencias que refutan el carácter democrático y libertario de la red. Sin ir más lejos, quien quiera utilizar el programa Skype en Cuba no puede hacerlo, y mucho menos acudir al Google Earth porque, en tal caso, aparecerá un cartelito diciendo que “desde la localización en que usted se encuentra en este momento no puede tener acceso a este programa.” Lo mismo ocurre con muchos otros programas. Quien tenga dudas al respecto no tiene más que enviar un mensaje incorporando en el cuerpo del texto ciertas palabras supuestamente vinculadas a actividades terroristas y ya verán lo que ocurre. Tal vez Hardt, Negri o Castells consideren estas cosas como transitorias anomalías, pero no es así. Es el funcionamiento “normal” de una red que, pese a las ocurrencias de aquellos autores, tiene centros que la controlan y dominan. El pirulo del día 19 de Abril en la tapa de Página/12, “Montañas”, agrega nueva evidencia a favor de esta tesis. En él se informaba que “una página abierta el 25 de marzo (y que describía a su dueño como el “príncipe de los mujaidines”) había alcanzado, el viernes pasado, a tener más de mil seguidores. Facebook admitió que no tenía elementos para determinar si el titular era verdadero o apócrifo, pero igual anunció que el sitio quedó desactivado: desde ayer, Osama Bin Laden ya no tiene lugar en la red social de Internet.”
En un pasaje brillante de su El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte Marx definía al cretinismo parlamentario como “una enfermedad que aprisiona como por encantamiento a los contagiados en un mundo imaginario, privándoles de todo sentido, de toda memoria, de toda comprensión del rudo mundo exterior.” Una enfermedad que ahora reaparece y se apodera de algunos teóricos de nuestro tiempo, que los encierra en un mundo imaginario en el cual la Internet es el reino de la libertad y la democracia, reino edificado, por cierto sobre una sociedad capitalista que a cada paso demuestra su incompatibilidad cada vez más irreconciliable con la libertad y la democracia pero que, gracias al cretinismo “internético” intenta renovar su deteriorada legitimidad. Este cretinismo es mucho más dañino que el identificado por Marx y deberá ser combatido con mucha inteligencia y mucha militancia en el marco de la batalla de ideas. La lucha contra la ideología dominante y los oligopolios mediáticos tendrá también que librarse en la Internet.
* Una versión reducida de esta nota apareció en el día de hoy, Martes 20 de Abril, en Página/12.
Entrevista a Atilio Borón
Business as usual
Desciudanización de la democracia
Entrevista al Prof. Atilio Borón emitida en Cartago TV Digital, desde La Patagonia, en estos días de marzo.
En ella Borón habla del Socialismo del siglo XXI, de la crisis del clima, de la crisis del capitalismo como crisis civilizatoria, del complejo militar-industrial yanki, del gobierno de Obama, de las dificultades por venir a los países de Nuestra America, y del liderazgo de Fidel y Chávez.
Conferencia de Atilio Borón sobre Socialismo del siglo XXI en el marco de las Jornadas organizadas por GITE-IPES (Gizarte Ikerketarako Talde Eragile/Instituto Promoción Estudios Sociales). Bilbao, 16 de noviembre de 2009, País Vasco.
Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz,
juegan con cosas que no tienen repuesto
y la culpa es del otro si algo les sale mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.
El Nano Serrat, Algo personal
Obama, reprobado en teoría política
Atilio A. Boron
Tal como lo afirma una de las más rigurosas especialistas en el tema, Ellen Meiksins Wood, esa doctrina se caracterizó desde siempre por su enorme elasticidad para ajustarse a las necesidades de las clases dominantes en sus diversas empresas de conquista. Si bien su formulación original se remonta a San Agustín y Santo Tomás, fue la pluma del dominico español Francisco de Vitoria la que produjo una oportuna justificación de la conquista de América y la sumisión de los pueblos originarios, mientras que el jurista holandés Hugo Grocio, hizo lo propio con los saqueos practicados por las compañías comerciales lanzadas a repartirse el nuevo mundo.
Buscando apoyo en esta tradición Obama sentenció que una guerra es justa “si se libra como último recurso o en defensa propia; si la fuerza utilizada es proporcional; y, cuando sea posible, los civiles son mantenidos al margen de la violencia.” De este modo la versión original de la doctrina experimenta una nueva redefinición para mejor responder a las necesidades del imperio y culmina mimetizándose con la teoría de la “Guerra Infinita” pergeñada por los reaccionarios teóricos del “Nuevo Siglo Americano” y fervorosamente adoptada por George W. Bush Jr. para justificar sus tropelías a lo ancho y a lo largo del planeta. Es que aún después de sus sucesivos deslaves los imperialistas desconfiaban de la doctrina de la “Guerra Justa” porque no creían que fuese lo suficientemente flexible como para otorgar una justificación ética a su rapiña. Había que ir más allá y la teoría de la “Guerra Infinita” fue la respuesta.
Pese a las modificaciones que fueron debilitando su argumentación, la doctrina de la “Guerra Justa” sostenía la necesidad de satisfacer ciertos requisitos antes de ir a la guerra: (a) tenía que haber una causa justa; (b) la guerra debía ser declarada por una autoridad competente, con el propósito correcto y una vez agotados todos los otros medios; (c) tenía que existir una elevada probabilidad de lograr los fines perseguidos; y (d) los medios debían estar en proporción a esos fines. A lo largo de los siglos los periódicos aggiornamentos introducidos por los teóricos de la “Guerra Justa” fueron relajando estas condiciones a tal punto que perdieron todo importancia práctica.
En su discurso Obama hizo una encendida defensa de la guerra de Afganistán –secundada, dijo, por otras 42 naciones, entre ellas Noruega- al paso que en un alarde de optimismo declaró que la guerra en Irak estaba próxima a su fin. Por lo visto la interminable sucesión de muertes, sobre todo de civiles inocentes, que a diario ocurren en ese país por culpa de la presencia norteamericana es para el ocupante de la Casa Blanca una nimiedad que no puede ensombrecer el diagnóstico triunfalista que el establishment y la prensa propalan en Estados Unidos con el ánimo de manipular a la opinión pública de ese país.
Pero aún dejando de lado estas consideraciones es evidente que ni siquiera los amplísimos criterios esbozados por Obama en su discurso son respetados por Washington en los casos de las guerras de Irak y Afganistán: la ocupación militar no fue un último recurso, pues la casi totalidad de la comunidad internacional insistía –y sigue haciéndolo hoy- en la posibilidad de hallar una salida diplomática al conflicto; no se puede hablar de defensa propia cuando el enemigo del cual hay que defenderse –el terrorismo internacional- está definido de modo tan difuso que torna imposible su precisa identificación y la naturaleza de su amenaza; la falta de proporción entre los agredidos y el agresor adquiere dimensiones astronómicas, toda vez que la mayor potencia militar de la historia de la humanidad se ensaña contra poblaciones indefensas, empobrecidas y dotadas de rudimentarios equipamientos bélicos; y, por último, si hay alguien que no ha sido mantenido al margen de la furia destructiva de las fuerzas armadas de Estados Unidos es la población civil de Irak y Afganistán.
En suma: no hubo ni hay una causa justa para desencadenar estas masacres, algo crucial para la teoría tradicional. Salvo que Obama crea todavía que había “armas de destrucción masiva en Irak” (una perversa mentira urdida por Bush Jr., Cheney, Rumsfeld y compañía, con la complicidad de la dirigencia política y la “prensa libre” de Estados Unidos); o que Osama bin Laden y Saddam Hussein –enemigos mortales- compartían un proyecto político antiimperialista; o que la población afgana encomendó al primero cometer los atentados del 11-S y por eso merece ser castigada. No hay causa justa para ninguna de estas aventuras militares de Estados Unidos -como no la hubo antes en Vietnam, o en Corea, o en Granada, o en Panamá, o en República Dominicana- y no es mera casualidad que Obama obviara toda mención a esta tradicional cláusula en su discurso. En su peculiar visión –que es la visión de los círculos dominantes del imperio- la “Guerra Justa” se convierte en la “Guerra Infinita”.
El discurso paranoico, patológico hasta la médula, de los ideólogos neoconservadores reaparece en labios del paladín del progresismo norteamericano: siempre la amenaza, sea de los comunistas, del populismo, del narcotráfico, del fundamentalismo islámico o del terrorismo internacional. Pero estas amenazas, más imaginarias que reales, son un ingrediente necesario para justificar la ilimitada expansión del gasto militar y la enorme rentabilidad que esto ocasiona para los gigantescos oligopolios que giran en torno al gran negocio de la guerra. Sin aquellas sería imposible justificar el predominio del complejo militar-industrial y los fabulosos subsidios que recibe, año tras año, del dinero aportado por los contribuyentes norteamericanos. Tampoco hubiera sido posible la desorbitada militarización de la sociedad norteamericana, que se proyecta hacia afuera con su agresiva política exterior y hacia adentro en la abrumadora presencia de las fuerzas represivas y de inteligencia, facilitada por la legislación “antiterrorista” de Bush Jr. que conculcó buena parte de las libertades civiles y políticas existentes en Estados Unidos.
El resultado de esta indiferencia ante la cláusula tradicional que exigía que la acción bélica tuviera altas probabilidades de alcanzar los fines trazados no es otro que la total autonomización de la iniciativa militar. Como agudamente lo señalara Meiksins Wood en Empire of Capital en esta nueva versión de la teoría la respuesta militar se justifica aún cuando no exista ninguna posibilidad de que la misma sea exitosa. O, lo que es aún peor, bajo estas nuevas condiciones la agresión militar del imperialismo ya no requiere de ninguna meta específica o de algún enemigo claramente definido e identificado. La guerra no necesita de objetivos claramente delimitados y se torna un fin en sí mismo; un fin inalcanzable, y por lo tanto, infinito. Lejos de ser una situación excepcional la guerra se convierte en una actividad permanente: una guerra infinita contra un enemigo inidentificable cuyos cambiantes contornos –hoy un comunista, mañana el populista, después el “terrorismo internacional”, etcétera- lo dibuja, con absoluta arbitrariedad, el Ministerio de la Verdad del imperio, cuya misión no es otra que falsear la realidad y fabricar el consenso que necesitan los dominantes. No sería exagerado decir que las peores predicciones de George Orwell acerca de la producción de desinformación no sólo se vieron confirmadas sino sobrepasadas por el aparato cultural norteamericano. Gracias a este dispositivo de manipulación y control ideológico el gran negocio de la producción y venta de armamentos se inmuniza contra los avatares del ciclo económico. Guerra infinita es otro modo de decir ganancias infinitas y permanentes.
El ácido comentario de la ex Secretaria de Estado de Bill Clinton, Madeleine Albright, sintetiza muy bien el espíritu y las premisas que subyacen a esta postrera degradación de la doctrina tradicional: “para qué sirve tener tan formidable ejército si luego no lo podemos usar.” De eso se trata, pues el uso y la periódica destrucción de esa impresionante maquinaria militar es lo que se necesita para que prosperen los negocios del complejo militar-industrial. Con su soberbio desparpajo Albright reveló lo que muchos ideólogos del imperio se cuidan muy bien de callar.
El discurso de Obama fue decepcionante. Por más que el premio Nóbel de la Paz se haya devaluado –recuérdese que se lo otorgaron a un criminal de guerra como Henry Kissinger- el presidente de Estados Unidos tendría que haber sido capaz de elaborar un argumento que sin caer en un inverosímil pacifismo se hubiera por lo menos distanciado en algo de la tónica ideológica impuesta por Bush Jr. y sus compinches. No lo hizo. Es más: existen fundadas sospechas de que algunos de sus speech writers también lo hayan sido de su nefasto predecesor.
No sería de extrañar esta continuidad. Obama ratificó en su cargo al Secretario de Defensa designado por Bush Jr., Robert Gates y, en fechas recientes, propuso como Secretario de Estado Adjunto de Investigación e Inteligencia a Philip Goldberg, expulsado de Bolivia por el presidente Evo Morales el 10 de Septiembre de 2008 por su descarada participación en las intentonas separatistas del prefecto del Departamento de Santa Cruz, Rubén Costas. Así las cosas, las esperanzas alimentadas por la irracional “Obamamanía” cultivada por las buenas almas progresistas parecen hoy más ilusorias y absurdas que nunca.
Fte: Rebelión | 13 dic 09
Primero, porque los gorilas hondureños y sus instigadores y protectores en Estados Unidos (principalmente en el Comando Sur y el Departamento de Estado) subestimaron la masividad, intensidad y perseverancia de la resistencia popular que día tras día, sin desmayos, manifestaría su oposición al golpe de estado. En realidad tamaño rechazo no estaba en los cálculos de nadie, si nos atenemos a la historia contemporánea de Honduras. Pero el nuevo rumbo decidido por Zelaya: su positiva respuesta ante largamente postergados reclamos populares y la reorientación de su inserción internacional en el marco del ALBA tuvieron un efecto pedagógico impresionante y desencadenaron una reacción popular inesperada para propios y ajenos.
Segundo: el régimen golpista demostró ser incapaz de romper un doble aislamiento. En el frente interno, quedando cada vez más en evidencia que su base social de sustentación se reducía a la oligarquía y algunos grupos subordinados a su hegemonía, incluyendo los medios de comunicación dominados sin contrapeso por el poder del capital. Además, el paso del tiempo lejos de debilitar la resistencia popular lo que hizo fue acotar cada vez más el apoyo social al régimen. En el flanco internacional el aislamiento de Micheletti y su banda es casi absoluto: salvo poquísimas excepciones toda la América Latina y el Caribe retiró sus embajadores, y lo propio hicieron varios de los países más gravitantes de Europa. La misma OEA adoptó una línea dura en contra del régimen y, a poco andar, el único apoyo externo con que contaba el gobierno provenía de Estados Unidos. Este sin embargo, siguió una trayectoria declinante que se fue acentuando con el paso del tiempo: desde la negación de visados al personal diplomático acreditado en Washington hasta medidas cada vez más exigentes en contra del propio Micheletti y sus colaboradores.
Tercero, porque las ambiguas políticas del gobierno de Estados Unidos -producto de la puja interna dentro de la administración- que facilitaron la perpetración del golpe de estado fueron lentamente definiéndose en una dirección contraria a los intereses de los usurpadores. Si el inicial rechazo al golpe manifestado por Obama fue luego atenuado y entibiado por su antigua (¿y actual?) rival, la Secretaria de Estado Hillary Clinton, el carácter indisimulablemente retrógrado de Micheletti y su entorno así como la interminable sucesión de exabruptos e insultos dirigidos a Obama cada vez que la Casa Blanca expresaba alguna crítica a Tegucigalpa y su manifiesta incapacidad para construir una base social, fueron lentamente inclinando el fiel de la balanza en contra de las posturas amadrinadas por la Secretaria de Estado y creando una atmósfera cada vez más antagónica en relación a los golpistas.
Cuarto y último: el régimen instaurado el 28 de Junio constituye un serio dolor de cabeza para Obama. En primer lugar, porque desmiente enfáticamente sus promesas de fundar una nueva relación entre Estados Unidos y los países del hemisferio. El apoyo inicial al golpe, puesto de manifiesto en la obstinada resistencia de Washington a caracterizarlo como un “golpe de estado”, la tibieza de la respuesta diplomática y la indiferencia ante las gravísimas violaciones a los derechos humanos perpetrada por Tegucigalpa dañó seriamente la imagen que Obama quería establecer en América Latina y el Caribe. La continuidad del régimen golpista haría aparecer a Obama como un político irresponsable y demagógico o, peor aún, como alguien incapaz de controlar lo que hacen y dicen sus subordinados en el Pentágono, el Comando Sur y el Departamento de Estado. Y esto se liga con otro asunto, el segundo, sumamente importante y que excede el marco de la política hemisférica: su credibilidad en la arena internacional. Al demostrar su impotencia para controlar lo que ocurre en su “patio trasero” los gobernantes de otros países –especialmente la China, Rusia y la India- tienen razones para sospechar que tampoco será capaz de controlar a los sectores más belicistas y reaccionarios de Estados Unidos, para quienes sus promesas de alentar el multilateralismo equivalen a una capitulación incondicional ante sus odiados enemigos.
Esto es particularmente grave en momentos en que Obama está negociando con Rusia un nuevo acuerdo para reducir el arsenal nuclear de ambos países, algo que Washington necesita tanto o más que Moscú debido a la hemorragia económica producida por las guerras en Irak y Afganistán y al incontenible déficit fiscal norteamericano. El fracaso de este acuerdo tendría un costo económico enorme sobre el presupuesto público en momentos en que ese dinero se necesita para aventar los riesgos de una profundización de la crisis económica estallada en el 2008. Pero para persuadir a los rusos de que su plan de reducción de armamentos es viable tiene primero que demostrar que está en control de la situación y que sus halcones dentro del Pentágono no le quebrarán la mano. Cada día que permanezca Micheletti en el poder equivale a un mes más de difíciles conversaciones con Medvedev y Putin para convencerlos de que sus promesas se traducirán en hechos. Porque, si no puede controlar a los suyos en Honduras, ¿podrá hacerlo cuando se trate de una cuestión estratégica y vital para la seguridad nacional de Estados Unidos?
* Dr. Atilio A. Borón es Director del PLED, Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales, Buenos Aires, Argentina.
Fte.: ALAI, América Latina en Movimiento | 21.09.09
La democracia es en primer lugar un proyecto en permanente transformación y en permanente crecimiento. Una democracia genuina tiene eso que se llama expansividad institucional, es decir que va invadiendo o va llegando a establecerse en las más diferentes áreas de la vida social. Una democracia ritualística como la que tenemos nosotros en este momento en la mayoría de los países de la región, con las salvedades del caso [Bolivia, Venezuela, Ecuador] funciona de otra manera en donde ese elemento de la expansividad no está presente.
Entrevista en Contragolpe
Acá hay algo muy preocupante, que es una ofensiva sin precedentes desorbitada de EE.UU. en contra de América Latina... IV Flota... Siete bases en reemplazo de una [Manta]... golpe de estado en Honduras...
El Prof. Borón compara además la situación de Colombia actual con la situación previa a la II Guerra Mundial, el rearmamento de Alemania y su despliegue militar dentro de sus propias fronteras.
Fte.: VTV
La Construcción del Socialismo del siglo XXI: ¿Hay vida después del Neoliberalismo?
Los registros de la historia demuestran claramente que el neoliberalismo fue incapaz de promover el crecimiento económico tal como se prometía
El neoliberalismo es incapaz de brindar bienestar social
Fte.: VTV
Aquí se encuentra la versión completa de la ponencia del Prof. Borón.
Ana Esther Ceceña: entrevista con Aristegui
Este programa fue emitido entre la cumbres de UNASUR: de Quito del 10 de agosto, y de Bariloche del 28 de agosto.El giro es hacia la izquierda
Por Luis Bilbao
Sorpresas: el debate en Bariloche sobre la instalación de bases estadounidenses en Colombia terminó con un resultado inesperado: los gobiernos suramericanos dieron un paso sin precedentes en la historia al resolver que inspeccionarán las instalaciones desde donde el Pentágono opera en Colombia para determinar si se trata o no de bases militares y si constituyen o no una amenaza para los países de la región. Basta decirlo para comprender la magnitud y el sentido del giro que está operándose en América Latina. Y comprobar que ese desplazamiento ocurre, incluso, contra la voluntad de gobiernos que, de cara ante sus propias sociedades, no pueden sino responder aunque a regañadientes a los sentimientos más profundos de las mayorías. Uribe –es decir el gobierno de Washington– que fue a Bariloche a romper Unasur, quedó solo, descubierto y ridiculizado, catalizando en su figura el rechazo generalizado de América Latina a los designios imperialistas. En la primera quincena de septiembre los ministros de Defensa y Exteriores de Unasur se reunirán en Quito para decidir los pasos inmediatos. ...
Tenemos que terminar con la OEA
Atilio Borón y Elsa Bruzzone en el programa radial Leña al Fuego(AM1110 Radio de la Ciudad, sáb.18 a 20hs) conducido por el periodista Herman Schiller, emitido el 29.08.09
El audio (editado) dura aprox. 1h 18min
Fte.: Portal Protio
Holloway, Boron y DusselVigencia o no de la toma del poder en el marco de un proyecto emancipatorio
El debate tuvo como punto de partida el libro de Holloway Como cambiar el mundo sin tomar el poder *, las críticas que Atilio Boron ha hecho al libro de Holloway, y las perspectivas que abre Enrique Düssel a la discusión derivadas de su obra en torno a las ideas de la Liberación.
Representa una profunda reflexión sobre temas acuciantes y en plena vigencia hoy día: el poder, los modos de relacionarse con él de los sujetos sociales, el papel del Estado y de los partidos políticos en el cambio social...
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* Aquí una versión en inglés del libro, y aquí el Cap.IX en castellano.
Declaraciones de Canciller Patricia Rodas (TeleSur 13 jul 09)
Estas declaraciones las realizó la cancillerluego del ultimátum que el Pte. Zelaya dirigiera a los golpistas emplazándolos al acatamiento de las resoluciones de ONU y OEA y demás organismos internacionales a fin de que el proceso de mediación en Costa Rica pueda tener continuidad.
En los siguiente artículos, Borón y Guerrero analizan diferentes perspectivas de resolución de la situación en Honduras, uno desde el punto de vista externo, y otro desde el punto de vista interno respectivamente. Este último, publicado en Página12 el 10 de julio, es ampliado y completado con una entrevista que le realizó PrensaradioUBA a Guerrero el 13 jul 09 (y se encuentra al final del artículo).
Las salidas posibles
Modesto Emilio Guerrero
Si algo queda claro luego de semana y media del golpe, es que estamos ante una suerte de empate a favor de Micheletti. Este contrasentido dialéctico se ordenó en una acelerada sucesión de pasos que instalaron un statu quo donde ninguna de las partes es capaz de avanzar más de lo que puede, aunque quisiera, ni retroceder más de lo que debe, aunque pudiera.
Zelaya no pudo volver al poder en Tegucigalpa, a pesar de su decisión indeclinable, de las crecientes movilizaciones internas y del apoyo del sistema hemisférico de Estados. La doble ronda del avión que no pudo aterrizar en Tegucigalpa fue apenas la señal de una relación de fuerzas que no dio para imponerlo en tierra.
Lo que puede hacer Obama en Honduras
Atilio Borón
Ante el impasse que se registra en Honduras son muchas las voces que se alzan para denunciar las flaquezas de la respuesta de la Casa Blanca ante el golpe de estado, que oscila entre un reconocimiento verbal de Manuel Zelaya como único presidente legítimo y, contradictoriamente, la subrepticia convalidación del golpe al encomendarle a un obediente portavoz del imperio, Oscar Arias, que actúe como “mediador” en el conflicto. A estas alturas es evidente que la categórica condena al golpe formulada por el Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, rompió con una deplorable tradición de esa organización y, seguramente que por eso mismo, provocó que Washington lo sacara rápidamente de escena sustituyéndolo por el dócil presidente costarricense.
Lo ocurrido en Honduras pone de manifiesto la resistencia que provoca en las estructuras tradicionales de poder cualquier tentativa de profundizar la vida democrática. Bastó que el Presidente Zelaya decidiera llamar a una consulta popular -apoyada con la firma de más de 400.000 ciudadanos- sobre una futura convocatoria a una Asamblea Constitucional para que los distintos dispositivos institucionales del estado se movilizaran para impedirlo, desmintiendo de ese modo su supuesto carácter democrático: el Congreso ordenó la destitución del presidente y un fallo de la Corte Suprema convalidó el golpe de estado. Fue nada menos que este tribunal quien emitió la orden de secuestro y expulsión del país del Presidente Zelaya, prohijando como lo hizo a lo largo de toda la semana la conducta sediciosa de las Fuerzas Armadas.
Zelaya no ha renunciado ni ha solicitado asilo político en Costa Rica. Fue secuestrado y expatriado, y el pueblo ha salido a la calle a defender a su gobierno. Las declaraciones que logran salir de Honduras son clarísimas en ese sentido, especialmente la del líder mundial de Vía Campesina, Rafael Alegría. Los gobiernos de la región han repudiado al golpismo y en el mismo sentido se ha manifestado Barack Obama al decir que Zelaya "es el único presidente de Honduras que reconozco y quiero dejarlo muy claro". La OEA se expresó en los mismos términos y desde la Argentina la Presidenta Cristina Fernández declaró que "vamos a impulsar una reunión de Unasur, aunque Honduras no forma parte de ese organismo, y vamos a exigir a la OEA el respeto de la institucionalidad y la reposición de Zelaya, además garantías para su vida, su integridad física y la de su familia, porque eso es fundamental, porque es un acto de respeto a la democracia y a todos los ciudadanos.”
La brutalidad de todo el operativo lleva la marca indeleble de la CIA y la Escuela de las Américas: desde el secuestro del Presidente, enviado en pijama a Costa Rica, y el insólito secuestro y la golpiza propinada a tres embajadores de países amigos: Nicaragua, Cuba y Venezuela, que se habían acercado hasta la residencia de la Ministra de Relaciones Exteriores de Honduras, Patricia Rodas, para expresarle la solidaridad de sus países, pasando por el ostentoso despliegue de fuerza hecha por los militares en las principales ciudades del país con el claro propósito de aterrorizar a la población. A última hora de la tarde impusieron el toque de queda y existe una estricta censura de prensa, pese a lo cual no se conoce declaración alguna de la Sociedad Interamericana de Prensa (siempre tan atenta ante la situación de los medios en Venezuela, Bolivia y Ecuador) condenando este atentado contra la libertad de prensa.
No está demás recordar que las fuerzas armadas de Honduras fueron completamente restructuradas y “re-educadas” durante los años ochentas cuando el Embajador de EEUU en Honduras era nada menos que John Negroponte, cuya carrera “diplomática” lo llevó a cubrir destinos tan distintos como Vietnam, Honduras, México, Irak para, posteriormente, hacerse cargo del super-organismo de inteligencia llamado Consejo Nacional de Inteligencia de su país. Desde Tegucigalpa monitoreó personalmente las operaciones terroristas realizadas contra el gobierno Sandinista y promovió la creación del escuadrón de la muerte mejor conocido como el Batallón 316 que secuestró, torturó y asesinó a centenares de personas dentro de Honduras mientras en sus informes a Washington negaba que hubiera violaciones de los derechos humanos en ese país. En su momento el Senador estadounidense John Kerry demostró que el Departamento de Estado había pagado 800 mil dólares a cuatro compañías de aviones de carga pertenecientes a grandes narcos colombianos para que transportasen armas para los grupos que Negroponte organizaba y apoyaba en Honduras. Estos pilotos testificaron bajo juramento confirmando las declaraciones de Kerry. La propia prensa estadounidense informó que Negroponte estuvo ligado al tráfico de armas y de drogas entre 1981 a 1985 con el objeto de armar a los escuadrones de la muerte, pero nada interrumpió su carrera. Esas fuerzas armadas son las que hoy depusieron a Zelaya. Pero la correlación de fuerzas en el plano interno e internacional es tan desfavorable que la derrota de los golpistas es sólo cuestión de (muy poco) tiempo.